(Ital el JDRHM) Memorias del Libro
MEMORIAS DEL LIBRO.
Llamamos a esta malhadada Era "de los Dragones", más debería llamarse "de la Desolación", pues eso es lo que la hegemonía de los Grandes Gusanos a traído sobre este plano de la existencia, y, bajo su temible sombra, yo, Broldo de Namcor, a la tenue luz de una vela, comienzo a escribir éstas líneas, mis memorias y mis hipótesis de lo ocurrido en estos aciagos años, cobijado en los muros de este pobre templo que fue sede del culto a la Sabiduría en Omn. Aún recuerdo las gozosas ilusiones que nuestra Orden, con Shira de Enquiol al frente se hacía acerca de lo que el futuro nos deparaba, se forjaron grandes planes tras las victorias obtenidas sobre la Alianza de la Espada en Pallanthia, Unidia, Venyagozar, Rasaol y Martogo, y el mayor de ellos no era la redacción de la famosa Itarca, como se quiso hacer creer a nuestros enemigos, aún numerosos y activos. No en vano, para mis predecesores, la Itarca era un medio de recoger la información que necesitaban para su más ansiado objetivo: la derrota definitiva de la Espada y sus aliados. Y para ello contaban con un medio sencillo y definitivo: la destrucción de las esencias de sus divinidades, contenidas en las llamadas "llaves". Así, una a una, fueron cayendo las llaves de sus enemigos en poder del Libro, cada conquista se alcanzó gracias a proezas y sacrificios sin número, demasiado costoso sería narrar aquí una sola de ellas, de manera que no hablaré más de aquellos gloriosos días, su brillo quema mis ojos y desata mis lágrimas, tal es el contraste con la oscuridad que padecemos hoy.
Pues esta oscuridad es el fruto de nuestros triunfos del pasado, cegados por la soberbia, creímos poner fin al Mal, y, en lugar de ello, lo desatamos. Antiguos hechizos olvidados por la ambición del momento dejaron de actuar y pagamos las consecuencias. Pues así rezaba la propia Itarca, nuestra más renombrada obra:
"Pero las Llaves no fueron destruidas, en vez de eso, los Señores de la Balanza obligaron a los miembros de la Alianza de la Espada, incluidos los traidores de la Alianza de los Cometas. A entregar parte de su poder para encadenar a Mordyr al Vacío e impedirle, no sólo volver a Ital, sino también responder a las plegarias de sus seguidores. "
¿Cómo pudo olvidarse tal cosa? Lo ignoro, pero se desafió un Orden querido por todos en el pasado, se rompieron las reglas divinas, se arrojaron las Llaves al rugiente pozo de las fauces de Torcanor en el lejano sur y el cataclismo provocado por su destrucción hizo, no sólo menguar el alcance del poder de los Espectros Esotéricos, sino que provocó la ruptura de los puentes tejidos entre el plano terrenal y el divino. Y la magia perdió su influencia en el plan de las cosas, se provocó un vacío inmenso en el delicado equilibrio de poderes que mantenían Ital en paz. Pero no fue esto lo peor, lo peor fue que Mordyr, el Señor de los Misterios, él y sólo él, quedó libre de actuar a su antojo en Ital, y fue su presencia la causa del fin de los héroes de las Llaves y del Guantelete, e incluso de sus antagonistas en ambas conflagraciones. Pues, Mordyr, en su venganza, no buscó dominar, sino destruir todo aquello que se le había negado conquistar en el pasado y por esto se fraguaron pactos insólitos.
Finalmente, en batalla desesperada, en un ignoto paraje del lejano y misterioso noreste, se logró derrotar al más antiguo de los males, pero el precio fue excesivo, muchos cayeron aquel día, y los poderes de la magia, menguantes desde la destrucción de las Llaves, desaparecieron, dejando Ital inerme y sin defensas ante los nuevos peligros que se vieron libres de actuar a su antojo. Fue aquella llamada la Guerra de las Sombras, o también del Vacío, pues ambas substancias amenazaron con anegar lo creado.
Y así fue como, sin tiempo siquiera de restañar las heridas dejadas por tan titánica batalla, los Dragones de la antigua Lundune se abalanzaron sobre los restos de ejércitos y defensores del doliente mundo. Y cuando hubieron aplastado toda oposición contra ellos, insatisfechos con lo obtenido, libres de enemigos y carentes de otros retos, se enfrentaron entre ellos, hasta que su número se vio tan reducido, como incrementado el poder de los supervivientes, mas ya no les importaba en demasía, ya que su linaje divino se había empobrecido, mundanizado, y cada generación era menor en poder, mas mayor en número, que la anterior. Hasta que los dragones antiguos dejaron de ser tales y aparecieron los Draktar, los vasallos de los Grandes Gusanos, y con ellos fue que conquistaron Ital. Pues no quedaba apenas magia, y el acero no bastaba frente a tales enemigos, seres capaces de arrancar las mismas raíces de las montañas y de aniquilar ejércitos enteros sin más arma que su letal aliento. Así nos lo narra nuestra longeva señora Shira de Enquiol en sus Añadidos a la Itarca:
"Mientras, en el centro de los reinos la lucha por el control seguía en Lundune, destacaron varios dragones como un varón dragón negro, al cuál todos los negros decidieron seguir, Darkwarr, la Oscuridad Letal. Se encamino a Tantras y consiguió que el Bosque de la Niebla Oscura invadiera la ciudad y las enfermedades contagiosas e infecciosas acabaron con la Ciudad Luminosa, la ciudad del comercio, y todo su reino, Tantras desapareció totalmente. Un dragón verde, llamado Vurrforest, y aliado de Magalatoz se encamino al sur y en las selvas causo el terror y la muerte ante los arcanos, los más afectados por la falta de magia que pronto desaparecieron, su imperio fue enterrado bajo la perversa vegetación de zarzas y malezas del verde. También dos blancos consiguieron destacar y juntos decidieron partir al extremo oriental de Ital; allí, Grinsaby y Nevsary, acabaron con el reino de Anquei y los antiguos territorios de Ursala del Sur, macho y hembra se asentaron en isla y continente, separados geográficamente, pero unidos sentimentalmente."
Sin embargo, dos criaturas destacaron en ambición y maldad de entre este linaje maldito por la soberbia y la vanidad: Magalatoz de los Azules y Reina del Trueno y Kaizthalavell el Rojo, el Fuego Devorador.
La primera trajo la ruina al antiguo linaje de los Celebtir, comenzó por la conquista de Martogo, sin derramar una sola gota de sangre humana, logró que el antaño glorioso e independiente reino se plegara a sus deseos. Primero puso su poder al servicio de la monarquía para ayudarla a alcanzar su más anhelado sueño: la conquista de Osknum; con la excusa de querer librarse de su rival Nerdrali, la de las Alas Negras, uno de los pocos dragones anteriores a su renuncia a la divinidad por los goces de Ital. Y tras conquistar Osknum, Martogo, la Ambición de Itnor, atacó al reino hermano de Enquiol y luego a Omn, conquistando ambos. Pero a la bella ciudad de Enquiol, Magalatoz, la reservó un trato especial, no contenta con su conquista, la demolió piedra sobre piedra y lo que no pudo destruir, lo anegó en las saladas aguas del Krensilshud, ya no se alza la poderosa ciudad sobre su bahía, sino sobre las llanuras oceánicas. Aún hoy hay quien se pregunta si en verdad Martogo conquistó Osknum o fue conquistado por el reino lokithari. Después cayó Slateran, y Venyagozar e incluso más al sur se expandió su Imperio.
En cuanto al segundo, hizo del este su coto de caza, por el mero placer de la lucha llevó la guerra y la destrucción de Alrus a Itnor sin importarle contra qué o contra quién, con qué o con quién. Igual que el fuego avanza devorándolo todo a su paso, así avanzó él, no son sus tierras un imperio organizado, son un erial desolado, tras él y sus hordas nómadas, no vuelve a brotar la vida, algunas ciudades han sido respetadas, pero sólo en la costa, donde entiende su utilidad; fue su flota la que destruyó el orgullo alquarin y se apropió del Telegureh. Hoy nidos de piratas infestan el Mar Interior, y su único amo nominal es el Gusano Rojo del Este, ocupado ahora en el acoso a Thyrrión, la Khar-Hercar de los enanos de hierro.
Esta Era parece dominada por la presencia de estos dos colosos, pero su interés por los asuntos mundanos cada vez parece más difuminado.
Magalatoz apenas se ha dejado ver desde los días de la corrupción de Martogo, enfrascada en sus búsquedas de la antigua magia y dejó su Imperio en manos de Bortinel y sus caballeros de Thalis. Fruto de estas investigaciones en la sombra han sido los terribles draks, ni dragones, ni Draktar, humanos capturados, torturados hasta lo inimaginable por una inteligencia inhumana y convertidos en letales criaturas reptilianas leales única y exclusivamente a ella, sus ojos y oídos en su menguante Imperio. En ellos ha empleado los poderes anteriores a las Llaves que dieron forma a razas tales como los uros y los guorz, pero su nivel en tales artes es con mucho inferior a la de los antiguos N´arcan y el coste para su poder ha debido ser ingente.
Ante su mirada han sido liberados Omn y Enquiol. Pallanthia ha dejado de ser un estado títere del amedrentado Arras, y sirvió de base para la liberación de Norquack de las tenaces manos de Elmor el Renegado, quien intentó unir a su causa a Adormar de Osknum y a los Draktar rebeldes de Tharlo el Albino. Incluso su predilecto ha sido derrocado y su cuerpo pasto de los buitres, pues Bortinel murió a manos de los mismos rebeldes que su reina se complació en utilizar en su búsqueda de los artefactos mágicos supervivientes a la III Guerra de las Llaves o de las Sombras. Y aunque la paz no reina en Itnor occidental, pues Adormar de Sthalos ha regresado de su condena en el Plano de Morskul y reina de nuevo sobre sus lokithari, el Imperio de la Reina del Trueno se reduce ahora a la Desolación Azul en la que se oculta desde hace tantos años y a una Venyagozar arrasada y aplastada bajo sus Draktar azules. Su inactividad es tal que incluso Arras pretendió sacar partido de ella colocando a Vaerg el Desterrado sobre el trono de Martogo, y controlando los restos de las posesiones marítimas de Malvan en el Telegureh, con la colaboración de la Corte Oscura, perdida su influencia en Pallanthia tras la muerte del usurpador Khaiztrell, del linaje de la que fue Reina, Dialdameblan Keveldoun. Pero Samuel Mundwode, heredero de Martogo y sus aliados, pusieron fin a las intrigas del rey Eliah y del diabolista Vaerg devolviendo el trono de Arras a su legítimo propietario, Jauwen el Esperado, y frustrando la trama tejida en torno a las Hojas Elementales por Caródamon de la Corte Oscura, quien pretendía imponer su voluntad sobre el plano mundano del mismo modo que hizo sobre el onírico, utilizando Arras como cabeza de puente.
Mientras esto acontecía en Occidente, Oriente tampoco ha estado tranquilo, el Telegureh, es un hervidero de conflictos sin fin, las estepas orientales no conocen ni la paz, ni el orden, sólo la mole inamovible de Khar-Hercar mantiene ocupados los pensamientos de un Kaizthalavell enfurecido por la muerte de su heredero aún nonato, tras una incursión de los rebeldes en su propio cubil. En vano Maeriah, la comandante de sus ejércitos, intenta levantar un imperio sobre las conquistas de su señor, no hay más orden ni disciplina en sus tropas que la que su presencia impone, y no puede estar en todas partes.
Los pequeños estados entre los dos colosos, por su parte, aún no han podido reaccionar ante el desmembrarse del bloque de Magalatoz, e incluso llegan noticias de derrotas de los ejércitos del Rojo ante Pentia, de nuevo gracias a la labor de los rebeldes y sus aliados de la Alianza Arcana, enfrascados hoy en conseguir el retorno de la magia, en ardua competición con los intentos de la nigromante conocida como "la Oscura". Falta por reactivar el Nodo del Bien, pues Sûlmen y sus aliados en Ánsata han conseguido alcanzar el del Equilibrio y los del Caos en Thyrrión y el del Mal en el Vanhaimd, ya fueron reactivados en pasadas ocasiones, cuando aún casi se desconocía exactamente su función, por los rebeldes en su infatigable resistencia a los Grandes Gusanos, cuyo poder empieza a desmoronarse bajo sus atónitas miradas.
Su fin esta próximo, algo parecen temer, algo además de los esfuerzos de los mortales por librarse de su yugo, pues si no, cuál es el sentido de su falta de reacción. La sangre de sus patrones, Sthalos y Thalis, se ha encarnado en los gemelos de la humana Samantha Mundwode, mas sus Llaves, que con engaños libraron de la destrucción, han sido igualmente deshechas por los rebeldes bajo la égida de Alaidia y Aesthan, y ya nunca alcanzaran la plena divinidad a la que aspiraban. Incluso el aislamiento entre Ánsata y las costas occidentales del Krensilshud se ha roto definitivamente; tras la derrota, a manos de los Martari, del Gusano de las Profundidades y sus serpientes marinas. Así las cosas, ignoramos el destino qué nos depara el futuro siempre cambiante de Ital, pero el Fin de los Grandes Dragones está próximo; y ellos lo saben.
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