(Ital el JDRHM) La Era de las Llaves
LA
ERA DE LAS LLAVES.
Fue
en esta Era en la que se desarrollaron las historias de los humanos,
en la que se demostró el poder creador que los hijos menores de
Arcan podían desarrollar sin la injerencia de los N´arcan.
Pero
no fue esta una nueva era de paz y armonía, la Alianza de la Espada
y sus aliados de los Cometas no descansaban en sus intentos de volver
a influir en el curso de la historia de los nuevos pueblos
emergentes, y la devoción que sentían hacia ellos algunos de estos
pueblos les facilitaba, si no el actuar directamente sobre ellos, si dirigirlos en contra de aquellos que consideraban los aliados de sus
enemigos: la Alianza del Libro y de la Balanza, quienes les habían
exiliado de hecho de Ital.
Sobre
esta era habló la joven Alaidia, Reina de Norquack, consorte de
Baranor, el Gavilán de Nova, y el Anciano Eirdam de la Montaña,
Sumo sacerdote de Heimad.
La
derrota de los Featath se logró a un alto coste, la fisonomía de
Ital había cambiado radicalmente, pueblos enteros habían sido
exterminados, centenares de N´arcan menores habían caído
defendiendo a sus señores y el poder de Aystria, desatado sobre
Ital, había dado origen a un nuevo poder: los magos.
En
esta época, los elfos intentaron recuperar su antigua unión, fruto
de este ideal se fundó Lundune, la que sería el nuevo hogar de los
elfos supervivientes a las grandes guerras del pasado, y la ciudad se
irguió bella, serena y poderosa en lo que después se llamó el
Valle de los Dragones.
Al
mismo tiempo que los elfos se enfrascaban en hacer realidad sus
sueños, los Celebtir, humanos que habían combatido junto a los
Diantari, edificaron el primer reino civilizado de su raza sobre
Ital, el Antiguo Reino, como se le conoce aún hoy por todos los
hijos de sus fundadores, que se encontraba en lo que ahora se llama
los Páramos de la Desolación.
¿Pero
que es lo que sucedió a Lundune y al Antiguo Reino, para caer en
desgracia? La envidia de la Alianza de la Espada. Eso fue lo que
sucedió.
Lundune
cayó bajo las intrigas de la Vieja Araña, Aloth, quién intentó
utilizar a su pueblo predilecto, los Ithilithan, el pueblo de marfil,
contra sus primos. Mientras que aquellos que rechazaron y resistieron
a las tentaciones de la Señora de la Pasión fueron los que se
refugiaron en el abrazo de Eilis, la Señora de la Serenidad,
aquellos que hoy llamamos Osrhan, el pueblo de ébano.
Aloth
tejió sus intrigas, lenta, pero inexorablemente, hasta que el propio
rey, Laireth, la Pantera Negra, de los Ithran, como era llamado el
único pueblo entonces formado por los hijos del ébano y del marfil,
desafió a los demás reyes de Lundune con el objetivo de sujetar
bajo su yugo a todas las familias élficas.
Tanto Thermird de los Diantari, como Corath de los
Martari, o como Boshirj de los Yarath se negaron a aceptar el desafío
de aquel que aún veían como su hermano e igual, pero esta decisión
produjo consecuencias devastadoras, los seguidores de Laireth
atacaron a los demás habitantes de Lundune y la muerte y la
destrucción se diseminaron por las hermosas calles de la ciudad. Las
delicadas torres de coral y mármol fueron derribadas, centenares de
elfos murieron en una sola noche, como en los peores días de la Era
del Caos Primigenio, pero esta vez la muerte venía de aquel que
hasta entonces había sido un vecino cordial, o un viejo amigo de la
infancia, y las cicatrices de aquella noche quedaron marcadas a fuego
no solo en aquellos que sobrevivieron, si no también en las
generaciones que les sucedieron.
La
guerra en las calles de Lundune se prolongó durante meses, hasta que
al final, los Ithilithan fueron rechazados, y huyeron por los túneles
que conocían desde aquel lejano tiempo en el que buscaban la ayuda
de los enanos para combatir al Caos.
Pero
la peor consecuencia de la Gran Traición de Lundune, fue que las
restantes familias élficas se acusaban entre sí del desastre que
supuso para todas y comenzaron a alejarse las unas de las otras.
Aquellos
de los Ithran que no habían seguido a su rey, abrumados por la
responsabilidad del delito de sus hermanos, se exiliaron
voluntariamente de Lundune, jurando dar muerte a todos y cada uno de
los seguidores de Aloth y de Veniarión que habían traído la ruina
a su propio hogar y fueron llamados Osrhan, los Traicionados.
Los
Yarath, que habían sido los que más habían sufrido en la Gran
Traición, decidieron marchar al norte, a los bosques vírgenes de
Norquack, el Valle Secreto del Pueblo de Jade.
Los
Diantari, cuya gran mayoría seguía en su reino ancestral de Mindol,
volvieron con sus familiares y amigos en busca del olvido de los
terribles hechos de Lundune. Los Yarath no les perdonaron ni su
indecisión en batalla, ni su negativa a llamar en su ayuda a sus
parientes del este. De manera, que el día de su marcha, Boshirj el
del Ojo de Lince, les advirtió de que por sus eternas dudas entraría
la división en su familia. Fueron estas palabras funestas, que no se
tardarían en verificar.
Los
Martari de Lundune, por su parte, nunca volvieron a sus Islas de
Coral, quedándose diseminados por el continente, fundando ciudades
que querían ser la nueva Lundune, pero sin lograrlo, la mayor de
estas ciudades fue Sagal, la Ciudad de Cristal, cuyos habitantes se
llamaron Craistari.
De
esta manera murió el sueño de paz entre las familias élficas, de
esta manera cayó Lundune, abandonada por sus fundadores, reducida a
un amasijo de ruinas, por cuyas calles no se volverían a oír
pisadas, si no el viento solitario, en cuyos palacios no se volverían
a escuchar ni músicas ni cantos, si no el lamento de los condenados,
desgraciadas marionetas de los Señores del Mal. Pues se dice que
Laireth no abandonó la ciudad, si no que sigue en ella, vagando por
las ruinas de sus sueños, abandonado por su pueblo, una vez que se
le cayó de los ojos el velo de ambición tejido por Aloth.
Mientras
tanto, los Celebtir de Antrei, veían con inquietud los sucesos de
Lundune, las noticias de lucha entre aquellos que habían llegado a
idealizar como el modelo a seguir los desconcertaba, al final,
algunas voces se comenzaron a alzar en contra de los elfos, sobre
todo en contra de Thermird y de los Diantari. ¿Cómo podían confiar
en ellos, si ni siquiera sus iguales lo hacían? ¿Y si les atacaban
los Ithilithan a ellos, recibirían su ayuda? ¿O les utilizarían
para luchar sus guerras como habían hecho con los Yarath?
Éstos, y otros más siniestros, eran los interrogantes que acuciaban a los
habitantes del Antiguo Reino, y su angustia crecía día a día con
cada noticia de Lundune que les llegaba, pero había algo más, en
Palacio vivía la hija menor de Thermird, Mirdhanad, quien conducía
su existencia de manera disipada y despreocupada por el destino de su
propia gente, estaba esposada al Rey de los Celebtir, Fiotnem el
Bello, quien la amaba locamente y la protegía de las maledicencias
de su pueblo.
En
efecto, el anciano rey tenía dos hijos Faion, hijo de su primera
esposa, la noble Celebtir Hairnda, y Midmadon, el medioelfo, y nadie
en la corte sabía a quien tenía intención el Rey de dejar el
trono. Lo que produjo que se formasen dos partidos en la corte, uno
favorable al hijo menor, y otro al mayor. Siempre fueron más
numerosos los partidarios de Faion, y las noticias de Lundune
debilitaban día a día el partido de Midmadon, a quien, por otra
parte, no le interesaba el trono.
Pero,
conforme la mala reputación de la reina crecía, lo hacía también
la hostilidad hacia el hijo, de manera, que este comenzó a viajar
para alejarse de la Corte, y poco a poco, fue creciendo su interés
por la navegación, de manera que sus viajes lo llevaron a explorar
el Mar Interior, la frontera natural que les separaban de los Guorz y
de otros humanos que les combatían. Fue en uno de estos viajes que
descubrió la Isla de los Cisnes, Alquad, que luego sería el corazón
del reino de los Alquarin.
Igualmente,
fue durante uno de estos viajes cuando murió el anciano rey Fiotnem,
en el sueño, sin dolor y sin dejar testamento. Inmediatamente, el
partido de Faion reclamó el trono como suyo y enarboló la bandera
de la oposición a los elfos. Su primera decisión, fue encerrar en
sus aposentos a la reina Mirdhanad.
Esto
era algo que el partido de Midmadon no podía permitir. Así pues,
avisaron al Príncipe Navegante, como ya se le conocía en la corte,
pero en lo que el joven príncipe volvía de las colonias por él
fundadas en Alquad, las cosas comenzaron a empeorar en el reino. Los
Martari, sabiendo de la animadversión que se nutría por ellos en el
Antiguo Reino, dejaron de comerciar con él, pese a las
recomendaciones del rey Thermird de Mindol, mientras que estrechaban,
en cambio los lazos con Malvan y las otras ciudades fundadas por
Midmadon.
Éste,
a su vuelta encontró un reino cerrado en sí mismo, sin relaciones
con el exterior y opuesto a todo aquello que atentara contra su
tradición. Era el
inicio de la Caída del Antiguo Reino, si solamente su hermano el Rey
Faion hubiese dado marcha atrás con su política aislacionista, y
liberado del arresto domiciliario a todos aquellos que eran
partidarios de su hermano, se podría haber evitado. Pero no fue así,
en vez de ello, encarceló a Midmadon. Las colonias de Malvan se
rebelaron, declarándolo Rey y solicitando su liberación y la de la
Reina, su madre. Pero Faion se negó y, como muestra de poder,
ajustició a su madrastra en la plaza mayor de la capital Cantrei.
Así
empezó la Primera Guerra entre Hermanos, el Cisne contra el Águila,
la guerra conoció como principal escenario las tierras del Antiguo
Reino, la flota pertenecía a los partidarios del Rey Navegante,
Midmadon, quien había logrado escapar de las mazmorras de palacio
gracias a una hábil conjura de Heornen el Canciller de Palacio.
Mientras que los Diantari de Mindol bloqueaban las rutas terrestres,
con el príncipe Gairlan al frente, para vengar el asesinato de la
Reina Mirdhanad.
Sin
embargo, la guerra no fue breve, los partidarios del Rey Faion eran
fuertes justo entre la nobleza territorial y el ejército de tierra,
pero al final el hambre por los cortes de suministros terrestres y el
bloqueo marítimo dieron sus frutos. La Capital cayó, y con ella el
palacio fortificado y su Rey, quien se arrojó desde la ventana de
sus aposentos antes de entregarse.
Con
la defenestración de Faion, Midmadon quedaba como Rey, pero abrumado
por todo lo sucedido en la Antigua Capital, trasladó el centro del
reino a Malvan, fundando así el nuevo Reino de los Alquarin.
En
este momento, tomó la voz Aesthan de Balembeth, el Mago Blanco,
quien comenzó a hablar de la expansión de la Malvan de los primeros
días.
En
los primeros años del Reino, la flota era tan poderosa como para
rivalizar con los Martari, y con otras de las culturas bárbaras que
encontraban, una de éstas fue la cultura de Khenma, con la cual
nunca se tuvieron relaciones importantes, salvo cuando se guerreaba
con ella, lo que sucedía a menudo, pues tenía aquella cultura un
aire que les recordaba a sus antiguos aliados élficos, pero era la
crueldad el rasgo que les distinguía de los Alquarin.
Eran
adoradores de Mordyr, el Amo del Vacío, mientras que los Alquarin
veneraban a los Señores de la Balanza, Istol y Heimad sobre todo. El
comercio de esclavos era su principal medio de lucro, en aquella
época poseían gran cantidad de ciudades en la costa sur del Mar
Interior, y las caravanas de Semóreos y Erthais llevaban su
mercancía hacia el norte, a las naciones humanas de Turidia, la Fría
Señora del noreste, famosa por sus psíquicos, Quanor el aletargado
Gigante del Sudeste, protegido tras su inmensa Muralla Escarlata,
Kislavhia, la Reina de los Hielos Nórdicos e incluso a Donjou, la
Ciudad de las Maravillas y del Comercio. Que pronto se alió con
Malvan.
Pero
el centro del Imperio Arcano, como se llamaba el estado de los hijos
de Khenma, estaba al sur, tras las lujuriosas selvas de los
El´hamaid, donde nadie a parte de ellos había llegado, salvo una
antigua e inhumana raza que crió como esclavos a los Khenmi, hasta
que éstos se rebelaron, segando la vida de todos y cada uno de
aquellos seres ¡O así creímos en aquellos lejanos e ingenuos días!
Otras
naciones que conocieron los hijos de Malvan, fueron la sureña
Venyagozar, la Reina del Desierto, el hogar de las Danzarinas de
Thygra, y Vinkgord, el Reino Bárbaro del Norte, cuya población
sigue los designios de Thorgan y del acero de sus brazos. Poco a
poco, los Alquarin fueron tendiendo lazos con dichas naciones,
involucrándose en sus redes comerciales y en su cultura, comenzando
así una época tanto de vigorosos y fructuosos intercambios, como de
crueles y sangrientas guerras entre la recién llegada Malvan y el
antiguo señor de occidente, el Imperio Arcano.
Sin
embargo, fue fruto de aquella época el descubrimiento del Mar
Occidental y de sus archipiélagos, Khazarcon, el último reducto de
los khuzkazal, el Clan de Fuego al norte, en guerra continua con los
hombres de Vinkgord, barrera de acero frente a la oleada Guorz, y al
sur Knox, el Reino Uro y Pentekai el Archipiélago humano de las Mil
Ciudades seguidores de Heimad, Torm y Sumnia.
Y
en una de estas islas, en la Isla de Cristal, se levantó la Sede de
la Magia, allí todo conocimiento esotérico tenía su lugar, los
Featath habían cometido un crimen sin precedentes con la corrupción
de la esencia de Aystria, pero ese poder corrupto no había
desaparecido, y los humanos habían empezado a controlarlo, cada cual
según un espectro de poder, y según sus intereses se agruparon en
la mayor alianza de magos como jamás se ha visto otra.
Todos
crecieron en conocimientos gracias a dicha alianza, pero no en
sabiduría, como muchos llegaron a creer erróneamente y el más
poderoso de los fundadores era Ankaris de Khenma, el Señor del
Imperio Arcano y Teócrata Oscuro de Mordyr.
Pero
mientras Malvan se expandía, la sangre de sus hijos comenzó a
mezclarse con las de los otros humanos y la fortaleza que habían
heredado sus antepasados después de emparentarse con los elfos
empezó a faltar en sus sucesores. El fantasma del racismo, que había
llevado a su fin al Antiguo Reino volvió a insinuarse en las mentes
de los Alquarin, pero esta vez mezclado con la soberbia de quien se
cree superior a quién le rodea. Pronto, los últimos reyes de Malvan
comenzaron una serie de campañas contra aquellos reinos que les
habían servido fielmente como aliados. Venyagozar y Vinkgord,
sorprendidos por la ofensiva, apenas pudieron oponer resistencia y
fueron conquistados.
Poco
después, usando Venyagozar como puerto, los Alquarin prepararon una
ofensiva naval dirigida al mismísimo corazón del Imperio Arcano que
se vio coronada con el éxito. La capital, Khenma, fue saqueada, pero
no conquistada y la flota de los Alquarin fue rechazada hasta su
segundo puerto de apoyo en la isla volcánica de Osknum, la ciudad de
Mordack. Dicha ciudad, con la guerra en curso y su posición
estratégica, alcanzó gran importancia en poco tiempo, creciendo
hasta superar a la propia Malvan.
Como
ciudad eminentemente militar y nobiliaria, Mordack se distinguió
desde sus inicios por ser profundamente conservadora, pese a que
allí, la sangre de los Celebtir, como se habían vuelto a llamar sus
habitantes para diferenciarse de sus hermanos de Alquad, se estaba
diluyendo con la misma velocidad que en el resto del Imperio de
Malvan.
Durante
esta campaña, el Rey Alran tomó como concubina a una danzarina de
Thygra, Tsharlis de Venyagozar, con la cual tuvo un hijo, Marduk. Una
vez acabada la campaña, Arlan dejó el ejército de Mordack a cargo
del padre de ésta, Sdanmij de Venyagozar, hábil y experto
almirante, con la hija y el príncipe, pese a las protestas de la
guarnición.
El
Rey, una vez en Malvan, desposó una joven aristocrática de nombre
Valdeir, que le dio otro hijo, Adormar, quién se esperaba que
heredase el trono. El noble Marduk, quien como hijo ilegítimo
carecía del título de príncipe, creció mientras tanto en Mordack,
hasta la muerte del influyente abuelo, cuando volvió a Venyagozar
con su madre. Pero cansado de la disoluta vida que se llevaba en la
antigua ciudad, centro del culto a Thygra, la Señora del Placer,
empleando las rentas que percibía de su padre, adquirió una nave
“La Garra” con la cual recorrió todo el Mar Occidental. En uno
de sus largos viajes conoció a una mercenaria de gran belleza
llamada Yiorkthail, en cuya compañía navegaría durante varios
años, la cual estuvo flanco a flanco con él durante el segundo
saqueo de Khenma, con lo cual igualó la gesta de su padre.
Mientras
tanto, el Príncipe Adormar, recibía el cargo de Almirante de la
Armada de Occidente, convirtiéndose así en el segundo hombre más
poderoso de occidente, pero los celos por la popularidad de su
hermanastro no dejaban de crecer en él, sobre todo por que se vio
rodeado del ambiente hostil al antiguo almirante y, por lo tanto, a
su hijo. Quién, por su parte, ignorante del ambiente que reinaba en
Osknum viajaba ahora por el Mar Interior imitando los viajes de su
antepasado Midmadon, aquel a quien había elegido como modelo a
seguir. Aquel cuyo modelo siguió incluso en aquello que siempre
quiso evitar.
En
efecto, sus gestas, en especial su búsqueda de la inmortalidad, que
le llevó a desafiar las malditas Torres de la Necromancia de
Morskul, aunque sin éxito, le granjearon la amistad de la mayoría
de los grandes consejeros del rey, en especial de Heodein II,
descendiente de la casa de los Cancilleres fundada por aquel Heornen
que ayudó a escapar al príncipe Midmadon de las mazmorras de
Cantrei, y el anciano monarca, ya al final de sus días, le nombró a
él Príncipe Heredero del Trono de Malvan, mientras que el cargo de
Almirante de la Armada de Occidente lo convirtió en un título
hereditario en manos de la Casa del Príncipe Adormar, quien
inmediatamente llamó a su lado a su madre Valdeir.
Durante
los primeros años del reinado de Marduk, su hermano respetó la
voluntad de su padre, pero a la muerte de la Dama Valdeir, nuevos
vientos soplaron en Osknum, todos aquellos leales al Rey Navegante
fueron encarcelados, mientras los antiguos consejeros del Almirante
fueron alejados de Mordack, se prohibió la salida de barcos del
puerto, salvo aquellos que fuesen escoltados
por la Armada y se cortaron todos los lazos con Alquad. Nuevos
emisarios de Khenma fueron recibidos por el Almirante, entre los
cuales se encontraba una enigmática mujer que conquistó el corazón
y la voluntad del Príncipe Adormar. Y ante la incredulidad del
pueblo, estalló la II Guerra entre Hermanos.
En
un ataque relámpago, la Armada de Osknum, bajo un nuevo estandarte,
el del Dragón Negro consagrado a Sthalos, el Señor de las Tormentas,
redujo a cenizas la ciudad de Venyagozar, ciudad de origen de la
familia materna del Rey Marduk, ese mismo día, Adormar declaró
tener la intención de hacer lo mismo con Malvan y con todos aquellos
que lo habían privado de su trono.
Por
fortuna, el poder de Osknum residía en la flota, y en aquel tiempo un fuerte muro
continental la separaba de Malvan, de manera que las batallas
principales se libraron en tierra firme en lo que hoy se conoce como
Páramos de la Discordia, primero conocidos como las Praderas del
Verdor. Al mismo tiempo, aprovechando el conflicto entre los dos
hermanos, el Clan de Fuego y los Guorz, renovando su antigua alianza,
se abalanzaron sobre las provincias continentales más expuestas del
Imperio de Malvan. Eran éstas, Enquiol y Omn, que debieron luchar
por sí mismas contra una amenaza que les llegó simultáneamente por
mar y por tierra.
En
ese momento, la narración de Aesthan se vio interrumpido por Tzhara
de Thalis, emisaria de Osknum, quien continuó el relato de los
hechos.
Tras
largos años de encuentros y batallas de mayor o menor importancia,
cuando el ejército de Osknum amenazaba con alcanzar las costas del
Mar Interior, se desarrolló la batalla final, durante la cual
Marduk, el Rey Cisne, se enfrentó en combate singular con su hermano
Adormar, el Almirante Dragón, para caer derrotado, pero no a manos
suyas, a quien venció, si no a manos de aquella que conocía como
Yiorkthail la Mercenaria, quien en realidad no era otra que Nerdrali,
la Dragona Negra, fundadora del culto a Thalis en Osknum.
Pese
a la caída de ambos hermanos, la batalla duró aún varios días, y
los Alquarin, bajo la guía de Jeod de la Casa de los Cancilleres,
lograron imponerse a sus adversarios. Mas los Lokithari, como en el
transcurso de la guerra se habían rebautizado a sí mismos los hijos
de Osknum. No fueron definitivamente vencidos. Una vez a seguro, en
Mordack, reconstruyeron la armada y el reino bajo la égida de la
Reina de las Alas Nocturnas y el culto femenino de Thalis, mientras
que el culto masculino de Sthalos, derrotado en la persona de su Rey,
apenas poseía poder autónomo, como aún hoy.
Mientras
esto ocurría en occidente, los reinos élficos de oriente conocían
una época de paz, de manera que el más joven de los hijos del Rey
Thermird, Lashaer comenzó a viajar como lo había hecho su primo
Midmadon, pero en vez de por el ya conocido Mar Interior, por el Mar
de Zafiro, el inmenso mar que los Martari habían descubierto pero
nunca explorado, ligados como estaban al occidente y a Malvan.
En
su viaje logró llegar a occidente por rutas que nadie había seguido
antes, pero su nave, la Estrella de la Mañana, asaltada por una
embarcación pirata de los Uros de Knox, quedó a la deriva sin la
tripulación suficiente para gobernarla hasta que naufragó frente a
las costas de Osknum.
Al
contrario que con la guerra precedente, los Diantari no habían
tomado partido por ninguno de los contendientes, era un conflicto
lejano a Mindol y las noticias que llegaban eran fragmentarias y
contradictorias entre sí, de manera que el Príncipe de Rubí, como
eran llamados en Mindol aquellos miembros de la familia real que no
estaban destinados a subir sobre el diamantino trono de los reyes
Diantari, fue acogido con gran pompa y regocijo por la gente del
nuevo reino, y conducido a presencia de la Reina, que con la misma
habilidad que había conquistado la voluntad de un corazón humano,
se apoderó del más mínimo pensamiento del ingenuo príncipe y de
los de sus acompañantes.
Tras
una larga estancia en Mordack, el joven Lashaer no era ya el mismo
que había abandonado Mindol, su orgullo y su ambición habían
crecido alimentados por las suaves y melodiosas palabras susurradas
en las largas noches pasadas junto a la Señora de Osknum. Cuando
ésta creyó que su instrumento ya estaba listo, lo dejo libre de
partir para Mindol. Y su llegada fue el inicio de la división de los
Diantari.
Era
su voz tan suave y elocuente, que pronto logró hacerse con las
voluntades de varios jóvenes de la aristocracia élfica, día a día
su popularidad en Mindol aumentaba y aumentaba. Hasta que, cuando el
anciano Rey Thermird abdicó en su hermano mayor Gairlan, dio la
señal de la revuelta, y el Mar de Zafiro conoció el terror de la
Armada de Osknum.
Sin
embargo, los Lokithari habían olvidado cuán hábiles eran los
marineros de los Martari, quienes izaron sus velas en defensa de los
intereses del Príncipe de Diamante, Gairlan, pues ellos conocían a
la Reina de Osknum y sus perfidias gracias a sus frecuentes contactos
con los Alquarin. Y la revuelta fracasó, aunque el antiguo rey
Thermird no conoció el descanso que esperaba al abdicar, ya que sus
últimos días fueron un constante arrepentimiento por los errores
cometidos, las palabras que Boshirj, el Rey de Jade, le había
dirigido en los lejanos días de la Caída de Lundune, le llevaron de
la mano hasta la tumba.
Nuevamente,
la derrota no fue total, y los seguidores del Príncipe de Rubí se
exiliaron con la ayuda de las pocas naves supervivientes de los
Lokithari en dirección al este, por la ruta que sólo su señor
Lashaer y sus aliados conocían. Se refugiaron en la Isla de Aessar,
donde fundaron el Reino de Rubí, y ellos se llamaron los Carentari,
el Pueblo de Rubí.
Pero
no fue esta la única consecuencia de la II Guerra entre Hermanos,
pues las provincias continentales del imperio, abandonadas a su
suerte durante ella frente al Clan de Fuego y a los Guorz, cobraron
consciencia de su propia personalidad y se independizaron de Malvan,
reduciéndolo a Reino; y adoptando ellos el nombre de Celebtir, como
herederos de la verdadera tradición de Antrei, el reino Antiguo. Más
la historia de Enquiol es, en buena parte, la historia de las Guerras
de las llaves. Que fue materia de grandes discusiones entre los allí
reunidos, de cuyas versiones he elegido aquellas de Aesthan de
Balembeth y de Shira de Enquiol.
Generalmente
se sostiene que la calma precede a la tempestad, pero esta vez no fue
así, por todo el mundo conocido surgían conflictos que parecían
hechos aislados, sin conexión entre ellos, mas no era así. El
Patriarca del Colegio Blanco Istayrd de Shíon de la Isla de la
Magia fue el primero en percatarse de ello.
Como
se ha dicho, en la Sede de la Magia tenían cobijo todos aquellos
practicantes de las artes esotéricas, sin importar origen o
condición, de manera que el flujo de noticias era constante y la
información de primera mano. Alquimistas de Thyrrión contaban como
los Ithilithan y los Khuzkazal atacaban constantemente las colonias
del Clan de Hierro, llegando incluso a mezclarse su sangre en algunos
de ellos, que formando ligas de ciudades Khavil independientes, se
aliaban con uno o con otro de los bandos según las circunstancias.
Entre los Khazauril, los Señores de los Hielos Eternos, se hablaba
de un poder que estaba emergiendo al norte de sus tierras. Diantari y
Martari narraban historias sobre el retorno de los Carentari. Los
Celebtir de Enquiol, que se habían expandido en gran medida después
de la Guerra contra los Guorz, estaban viéndose amenazados por los
Lokithari. Y los humanos de la parte oriental de Ital comentaban la
expansión del Imperio de Turidia.
Istayrd
de Balembeth comenzó a preguntarse cómo podían tener tanto poder
los seguidores de la Espada y cómo algunos de ellos habían logrado
vencer en batalla a clérigos mucho más expertos que ellos.
Escuchando los relatos de viajeros y supervivientes a aquellas
batallas, desarrolló la teoría de la existencia de una o varias
reliquias de los Señores de la Espada capaces de incrementar
desmesuradamente el poder de sus seguidores.
Profundizando
en sus investigaciones, se rodeó de un grupo de colaboradores a los
que envió en busca de información por Ital, pero sus movimientos no
pasaron inadvertidos, Ankaris de Khenma, el Señor del Colegio de
Malembeth, comenzó a sospechar de él y a vigilar a sus
colaboradores, quienes comenzaron a no regresar de sus exploraciones.
Uno
de aquellos colaboradores, descubrió aquello que buscaba su maestro,
en un lugar aún hoy ignoto, encontró una de las Llaves, estaba
agonizante cuando lo hizo, y el mero contacto de la Llave lo sanó, o
eso creyó él. Aquel colaborador era el Príncipe de Feartgaen, un
reino al norte de Vinkgord, tradicional aliado de Enquiol, hoy
llamado el Campo del Osario y gobernado por Absuragath de Morskul,
que no es otro que el mismo príncipe de antaño.
Huyendo
de los sicarios de Ankaris, el joven Absuragath consiguió llegar a
su hogar, pero lo que llevó con él no supo la maldición que era
hasta que fue demasiado tarde. Sin embargo, antes de sucumbir al mal
puro de la esencia de Morskul, logró informar de todo lo sucedido
en su viaje a su maestro Istayrd.
Sabiendo
entonces el peligro que corrían, Istayrd y sus alumnos comenzaron
desesperadamente a buscar las otras Llaves, aunque aún ignoraban el
peligro que suponían para ellos si las encontraban, Gaird de Donjou
encontró el lugar donde se encontraba la Llave de Piaga, en el
Bosque de la Niebla Oscura, pero murió antes de alcanzarla, Hounden
de Malvan volvió de Osknum con la noticia de que allí estaba la
Llave de Thalis, pero no la de Sthalos, que descubrió Jarkon de
Pallanthia en las ruinas de Lundune, ya convertidas en guarida de
dragones y Xardala de Venyagozar encontró la de Bryon en el Gremio
de Ladrones de su ciudad y la robó.
Pero
descubiertos por Ankaris no pudieron poner a salvo aquellas Llaves
que habían robado. Estalló la Guerra de los Magos, Istayrd cayó en
combate contra Ankaris, quién, debilitado por el combate, fue
aprisionado entre los muros de su misma biblioteca por Sello Eterno
lanzado por el primer alumno de Istayrd, Hardoas de Namcor. Los magos
de Carembeth entablaron combate con los de Nualembeth y toda la Isla
se vio sacudida por la más violenta batalla mágica que se ha
librado sobre Ital, la oscuridad intentaba sofocar a la luz, los
demonios intentaban doblegar a los elementales. Y mientras tanto, un
mago tras otro, caía consumido por el poder de los conjuros lanzados
en su intento de sobrevivir.
La
derrota de Ankaris fue un duro golpe para los planes de la Alianza de
la Espada. Pero no lo suficiente, los discípulos supervivientes de
Istayrd fueron a refugiarse junto a Absuragath, menos Hardoas de
Namcor, que se encaminó a Enquiol.
Jarkon,
Xardala y la elfa Sheralia de Norquack no tardaron en lamentarse por
haber ido a Feartgaen, la maldición de Morskul había caído sobre
el reino, los campos marchitos, los rostros cadavéricos con que les
saludaban los campesinos, y el estado de las ciudades, ¿si es que se
las podía llamar ciudades?, convertidas en inmensos cementerios,
les avisaban que ése ya no era un reino de vivos, era el Reino de la
Muerte, al que su antiguo amigo y aliado le había abierto la puerta
para irrumpir en Ital.
Cuando
se dieron cuenta de que habían caído en una trampa intentaron
salvaguardarse en el barrio de los templos, todos habían sido
reducidos a ruinas, salvo el templo de Nova, la Señora de la Vida,
el poder de la muerte aún no era lo bastante poderoso para atacarlo,
y los muertos vivientes no se atrevían a acercarse a él.
Allí
encontraron a la que había sido la prometida de Absuragath, Carlidia
de Nova, la única superviviente de la casa real, entonces apareció
aquello en que se había convertido Absuragath, un esqueleto al que
sólo la piel momificada en torno a sus huesos le daba un aspecto
vagamente humano, vestía la que había sido su túnica favorita,
pero rota y sucia hasta ser negra en vez de blanca y sostenía una
guadaña entre sus huesudos dedos.
Tras
él avanzaban sus tropas, vomitadas del destino que les había
condenado a la muerte, cada soldado portaba las antiguas armas de su
época y los escudos de sus antaño ilustres familias. Conminó a los
allí reunidos a devolverle la Llave que Carlidia le había robado, o
a salir a combatirlo, pero ninguno aceptó su reto, en vez de eso,
invocando cada uno a su dios, unieron el poder de Thygra, de Thorgan,
de Silvara y de Nova, en uno solo, de manera que el templo
permaneciese inviolable para las criaturas de la Espada y de los
Cometas.
Así
se consiguió eliminar las dos llaves más poderosas, la de Mordyr,
en poder del condenado Ankaris y la de Morskul.
Pero
la I Guerra de las Llaves había comenzado y todo parecía estar a
favor de la Espada, sin embargo, entonces, los Señores de la Balanza
consintieron a los Señores del Libro que descendiesen a combatir a
sus tradicionales enemigos. Mas fue la división que albergaba en su
seno la alianza de la Espada lo que se reveló como su perdición.
En
efecto, los Señores del Caos, bajo la égida de Khuzkazar se alzaron
contra sus aliados en un intento de ganarse la libertad, y aunque
fueron derrotados, su traición costó la victoria a la Espada y a
sus seguidores.
Una
vez retirados los ejércitos de los Khuzkazal y de los Guorz, las
tropas que les habían estado haciendo frente al norte de Enquiol, en
Vinkgord, en Pallanthia y Omn, se sumaron a las tropas de Radock y de
Malvan en el Baluarte
de la Orden de Tormo, que, unidos bajo un frente único, aplastaron a
la infantería de los Lokithari y sus aliados del Páramo de la
Discordia. Mientras tanto la armada élfica de Mindol y de Aguas
Profundas, unida a la de Enquiol, derrotaba a las fuerzas navales de
Osknum y Aessar. Y la de los Alquarin rechazaba las tropas que los
Khenmi habían desplazado a las costas de su antiguo dominio, el Mar
Interior.
Finalmente,
las hordas de Knox asaltaron la capital del Imperio Arcano, Khenma
fue arrasada hasta los cimientos y sus templos saqueados, mientras
que su población nutrió durante años los mercados de esclavos de
las ciudades semoreas, quanorianas y turidias.
Pero
las Llaves no fueron destruidas, en vez de eso, los Señores de la
Balanza obligaron a los miembros de la Alianza de la Espada,
incluidos los traidores de la Alianza de los Cometas. A entregar
parte de su poder para encadenar a Mordyr al Vacío e impedirle, no
sólo volver a Ital, si no también responder a las plegarias de sus
seguidores.
E
Ital conoció una paz duradera, hasta que siglos después un
inconsciente mago negro de nombre Tharabás liberó a aquel que
Istayrd el Grande y Hardoas de Namcor habían sellado en las ruinas
de la Sede de la Magia. Así, Ankaris de Khenma volvió al reino de
los vivos, y con él la pesadilla de las Llaves y el poder terreno de
los Señores de la Espada bajo la forma del Nuevo Imperio de Khenma.
Aquí termina la mitología escrita como telón de fondo de nuestras partidas, de ahora en adelante, la mayoría de los protagonistas de las historias serán personajes jugadores o PJs.
Aquel
grupo de aventureros al que pertenecía el Diantari Tharabás de
Malembeth, estaba formado por Baranor el Arquero, el hada de fuego
Naihalan de Aystria, el Osrhan Drinf el Silencioso y el proscrito
enano del Clan de Fuego Khazmor Dragmall.
Este
último no le estuvo a la zaga en cuanto a torpeza al susodicho
Tharabás, puesto que liberó al otro cabecilla de la revuelta,
Khaznarug de Khuzkazar, el Señor de los Volcanes y Rey en aquellos
tiempos de los Khuzkazal. Quien, a su vez, había sido derrotado por
Dasquel de Nualembeth y aprisionado al igual que Ankaris durante la
Guerra de los Magos.
No
obstante, cuenta la Crónica de Omn
que este grupo de aventureros era el mismo que se había enfrentado
con éxito al vampiro Dundenis de Zorackwotn y a las intrigas de
Morla A´danunzio la sacerdotisa ithilithan de Aloth y Khazgul de
Khararc, jefe del clan de los Dragmall y hermano del proscrito
Khazmor.
Así
pues, debido tanto a sus éxitos anteriores, como a su obligación de
enmendar sus errores, el ya anciano Hardoas de Namcor, encargó a
estos aventureros la peligrosa misión de recuperar las Llaves para
evitar que Ankaris liberase a su malvado señor. De esta manera
comenzó la mayor aventura que jamás se ha cantado en Ital, aunque
no tuvo el mejor de los finales.
El
Grupo de las Llaves, como hoy se les conoce, dio lo mejor de sí
mismo en su desesperada misión, pero las fuerzas movidas en su
contra les superaron. Bajo la guía de Hardoas cosecharon grandes
éxitos, como robar la Llave de Thalis en su Santuario de Osknum, lo
que provocó la caza incansable de Tzhara de Osknum. Y aunque la de
Bryon se les escapó entre las manos, también consiguieron la de
Khuzkazar de los enanos del Clan de Fuego. La de Sthalos fue
igualmente suya, pues lograron burlarse de los dragones de Lundune y
de su aliado Elmor el Renegado de Norquack. También recuperaron la
Llave de Morskul de su Sagrario en el Reino de los Muertos de
Absuragath, pero no así la de Piaga de su Templo en el Bosque de la
Niebla Oscura.
Aún
con la caída de Enquiol bajo los ataques de los Lokithari, la
esperanza se mantenía viva, pero Hardoas murió, y su sucesora Shira
de Omn no pudo continuar ayudándoles. Mientras los Héroes de las
Llaves iban cayendo uno tras otro en su desesperada misión: Tharabás
y Naihalan cayeron en las islas volcánicas de los Khuzkazal, Drinf
encontró su final entre las ruinas de Lundune, y, pese a la llegada
de los hermanos Iscarni, Ángel y Ángela de Icaria, de Antoniel el
Druida y de Duandor de los Osrhan, los enemigos seguían con
tenacidad y decisión tras su pista. Ahora ayudados por Nadie de
Tarhelnor, quien en un principio fue un valeroso aliado y después
les traicionó intentando entregar a sus enemigos la Llave de Thalis
que tenía en su poder.
El
combate final entre los Héroes de las Llaves supervivientes y sus
enemigos tuvo lugar en las montañas del Reino Khavil de Pentia.
Cuando ya el Nuevo Imperio Arcano amenazaba con engullir Malvan,
Pallanthia y Radock, y sólo Omn y Norquack resistían al ejército
de la muerte del Osario. El primero en caer fue Khazmor a manos de
Tzhara de Thalis y Morla de Aloth, su cuerpo, poseído desde años
por el espectro de Khaznarug el Toro Alado de Khuzkazar no resistió
más, y el alma de Khazmor cedió, siendo expulsada de su propio
cuerpo, que ahora se sienta en el trono de Basalto de Khazarcon como
supremo señor del Clan de Fuego, mientras que Khazmor no es más que
su esclavo, un heraldo de muerte en su armadura fría y oscura.
Ángela
de Iscarni cayó en las garras de Nadie de Tarhelnor, el Amo del
Bosque de los Condenados, y solo con gran fatiga consiguieron
liberarla Ángel y Baranor, que perdieron las Llaves que custodiaban
en su combate con Absuragath de Morskul. Todo parecía perdido, pero
Duandor y Antoniel se impusieron sobre el uro Kornox de Knox, y
después, con la ayuda de Ángel y Baranor, derrotaron también a
Elmor el renegado y a su dragón rojo Fuegocruzado.
Las
Llaves estaban pérdidas, pero las naciones élficas y el ancestral
hogar del Clan de Hierro, Thyrrión, resistían aún a los asaltos de
Carentari, Ithilithan y Guorz. Las Ciudades Esclavistas y Donjou, que
había sido casi arrasada por los dragones de Lundune, ocupadas por
las tropas mercenarias de Kornox, se rebelaron contra las
guarniciones que las defendían con éxito, abriendo así de nuevo
las comunicaciones entre las naciones orientales y sus más
castigadas aliadas occidentales.
La
lucha fue ardua y difícil, pero la Alianza de los Cometas, una vez
más, cuando consiguieron sus objetivos, se retiraron del combate.
Algunos de ellos, como Bryon, que defendió junto a Thygra la ciudad
de Venyagozar, de hecho, nunca combatieron del lado de la Espada, de
manera que, una vez cambiadas las tornas, fueron respetados por la
Alianza del Libro.
Así,
poco a poco, las naciones fieles a la Alianza del Libro y de la
Balanza, se liberaron del yugo de sus conquistadores, y desde las
cabezas de puente de Radock y Malvan, fueron haciendo retroceder a
sus enemigos.
Sin
embargo, el máximo objetivo de Ankaris, la liberación de Mordyr,
fue alcanzado, y su poder renació de las cenizas como si nunca
hubiese sido destruido.
Aquí
termina la historia de La Itarca,
pero la paz estaba muy lejos de haberse alcanzado, apenas se había
comenzado la reconstrucción, cuando un nuevo peligro se abalanzó
sobre Ital. En todo este tiempo, Akasa, el Señor de los Demonios, se
había mantenido al margen de la historia de los mortales, pero ya no
más, una vez acumuladas fuerzas y elegido a sus paladines de entre
los mortales, aquellos desdichados que le habían vendido su alma a
cambio de la inmortalidad y que él había convertido en vampiros;
comenzó a desencadenar el infierno en Ital.
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