(Ital el JDRHM) El Bestiario de la Itarca
EL
BESTIARIO DE LA ITARCA.
Dentro de
la Itarca se encontraban junto al Libro de la
Eras, el Libro de la
Vida, un compendio de todas las razas
vivientes, el Libro de los Sueños,
referente al Mundo Onírico y a sus habitantes, y el Libro
de la Muerte, que hacía referencia a todas
las formas de existencia más allá de la muerte.
EL
LIBRO DE LA VIDA.
En
esta obra se recogía la información referente a aquellos seres
inteligentes ajenos a las culturas y linajes humanos, a las familias
élficas, a las ramas medianas y a los clanes enanos.
La
primera parte describía a las castas Guorz, pues, pese a formar un
frente unido en sus guerras contra las otras razas, el pueblo Guorz
está compuesto de cuatro castas:
- La casta de los esclavos o Gribz, pequeños seres de piel verde y saltones ojos rojos, de escasa fortaleza física pero de gran agilidad y resistencia.
- La casta de los capataces o Hobz, de mayor estatura y corpulencia, pero de menor agilidad y piel verde pero más oscura.
- La casta de los guerreros o Forqz, más corpulentos aún que los Hobz y de menor inteligencia, de piel marrón e instintos asesinos.
- La casta de los señores o Ologai, auténticos gigantes de piel negra, de gran astucia, pero con el mismo instinto asesino que los guerreros.
No
se conoce de entre todas las castas a ninguno que no sea guerrero,
luchador, explorador o shaman. Parece como si la entera raza,
incluidos los esclavos hubiese nacido para servir a sus señores
Moruk y Goruk guerreando contra todas las demás razas.
La
segunda parte hablaba de las razas gigantes y de los Uros de Knox.
En Ital estaba verificada la existencia de dos razas de gigantes,
los menores de no más de 3 metros, y los mayores de entre 4 y 6
metros, se desconoce su origen, se sospecha que sus antepasados
fuesen los antiguos N´arcan que decidieron renunciar e su
inmortalidad para residir en Ital, pero sus hijos, los gigantes
actuales, son poco más que bárbaros, los gigantes menores han
llegado a erigir reinos en el frío norte, pero los mayores nunca
han hecho otra cosa que vagar por el mundo, solitarios, o todo lo
más de dos en dos, sin un rumbo fijo.
Los
Uros, también llamados minotauros, en cambio, tienen su origen en
las antiguas guerras contra el caos, fueron la condición que puso
Gheris-oh-Khan al Señor del Caos Gulcam para aliarse con ellos. El
N´arcan de la Balanza, no llegó a traicionar a sus aliados, pero
Gulcam cumplió su parte del trato, y en colaboración con el Señor
de los Mercenarios, creó a la más poderosa de todas las razas
guerreras de Ital. Después intentaría repetir su obra, pero sin
éxito, fruto de sus intentos son aquellos pocos de entre el Clan
del Fuego, capaces de adoptar parcialmente la forma de un toro,
manteniendo su torso de enano y sus facultades de raciocinio.
En
la tercera parte del libro, se hablaba de aquellos seres diminutos,
que unían a la inteligencia alguna habilidad particular. Como los
Aystris.
Los
Aystris tienen su origen en el bosque de cristal conocido como el
Corazón de Aystria. Cuenta la leyenda, que cuando los Featath
corrompieron la esencia de la Señora de la Magia, ésta cayó sobre
la faz de Ital, y llorando por la pérdida de su poder, hizo
germinar con sus lágrimas las semillas de un roble, las cuales,
afectadas por la magia de dichas lágrimas, crecieron como los
primeros árboles de cristal que forman el bosque, cuyas flores,
cuando se abren por primera vez, liberan parte de la magia que las
impregna bajo la forma de una minúscula hadita, un Aystri, que
posee la capacidad de lanzar conjuros de un tipo muy específico
según la luna de Aystria, o el elemento al que está asociada.
La
cuarta, y última, parte del libro trataba sobre los seres
dracoformes, aunque la información que aquí recojo sobre los
Draktar era desconocida en la época de redacción de La
Itarca.
El
origen de los dragones se remonta a las guerras contra los Featath,
muchos N´arcan de los séquitos de Sthalos, Thalis, Stormo y Thorgan
adoptaron la forma de grandes serpientes voladoras. Muchos de ellos,
una vez acabada la guerra, ante la prohibición de los Señores de
la Balanza de descender a Ital, eligieron quedarse renunciando a su inmortalidad. Con el paso del tiempo, los primeros dragones fueron
desapareciendo, puede que en la Era de las Llaves, quedasen uno o
dos. Pero podían multiplicarse entre sí, y el Valle de Lundune se
convirtió en su hogar.
Los
dragones se dividen en:
- Verdes, que prefieren los bosques y escupen ácido.
- Negros, que prefieren los pantanos y escupen gases pestilentes.
- Azules, que prefieren las islas y su aliento es como una descarga eléctrica.
- Rojos, que prefieren las montañas y escupen fuego.
- Blancos, que prefieren los climas árticos y las cumbres nevadas y su aliento es frío como el hielo.
- Broncíneos, que combaten por el Bien.
- Plateados, que sirven al Bien.
- Dorados, que en su mayoría duermen alejados del mundo.
En
este libro, se explicaba la Teoría del Tapiz, según los sabios
redactores de La Itarca,
el Vacío que circunda los mundos es como un gigantesco tapiz, en el
cual están bordados tanto los mundos, como de las estrellas y
cometas de los dioses, de manera, que en ese tapiz existen pliegues
que ponen en contacto partes en teoría mucho más alejadas entre
sí.
Pero
superpuesto a este tapiz, como una gasa, se encuentra el Mundo
Onírico del N´arcan durmiente, en el cual uno se arriesga a
entrar si se acerca a algunos de los pocos lugares en los cuales
esta en contacto con el Mundo de la Vigilia. Cuando se entra en el
plano onírico, avanzar es cada vez más fácil, pero retroceder es
siempre más difícil, de manera, que son muchos los que no logran
volver.
Pero
no es este el único peligro que le espera a un viajero en el Mundo
Onírico, cuando se está dentro, los sueños son reales y están
poblados por sus propios habitantes que tienen en pie una guerra por
el control de su propio mundo.
Los
oníricos se dividen en cuatro cortes:
- La Corte del Amanecer o de Coral.
- La Corte Dorada o del Mediodía.
- La Corte del Atardecer o de Rubí.
- La Corte de Oscura o de la Medianoche.
Se
dice, que cuando quede solo una de ellas, el N´arcan Durmiente se
despertará de su sueño inmemorial y llegará el Día del Retorno
del Padre de los Dioses.
Sin
embargo, cuando se viaja por el plano onírico, no se debe fijar uno
del aspecto de aquellos que le salen al paso, pues, aunque algunos
puedan parecer grotescos o dementes y otros nobles y galantes ningún
mortal podrá saber jamás cuál es el verdadero rostro del alma de
un onírico.
En
Ital la muerte no es necesariamente una experiencia definitiva, nadie sabe
con certeza que ocurre cuando un alma abandona limpia este mundo.
Pero aquellos que se comprometen para con un N´arcan, dejan que sea
su patrón quien decida su destino.
Si
la divinidad protectora de un clérigo o de un cazador está contenta
con los servicios prestados por su seguidor, puede recompensarle con
la inmortalidad como miembro de su séquito, y entonces le deberá
servir en sus guerras contra los otros N´arcan. Pero si no está
satisfecho, el alma del seguidor puede quedar atrapada en Ital hasta
que limpie la mancha que pesa sobre él.
Este
es el destino de muchos paladines de la Espada y de los Cometas,
condenados a la no-muerte y a la esclavitud por el resto de la
eternidad. Aunque no son raros los casos de paladines del Libro
castigados de la misma manera por su traición.
No
obstante, no todos los no-muertos pueden presumir de tener un
glorioso pasado, la mayoría no son más que las atormentadas almas
de aquellos que, muertos en desgracia, caídos en las garras de
Tarhelnor, han visto su existencia languidecer hasta la muerte, pero
sin dar el paso final hacia el olvido y la paz. En vez de ello, los
sentimientos negativos de dolor y angustia que sentían en sus
últimos días les han encadenado a la existencia terrena, pero con
la necesidad de drenar la vida que bulle en los vivos para
sobrevivir, no siendo extraño que sus víctimas, impregnadas de los
sentimientos negativos de sus asesinos, se conviertan a su vez en
espectros.
Sin
embargo, los heraldos de la muerte no son solo los espectros, junto a
ellos caminan sombríos en la noche los muertos vivientes, esclavos
de Morskul, el Devorador de Cadáveres, son muchos aquellos que
muriendo entre terribles sufrimientos se escapan de la atención de
Tarhelnor, a aquellos espera el Reino de los Muertos. Un oscuro mundo
donde legiones de condenados pagan sus penas tras ser juzgados por el
Señor de la Muerte, de los cuales, unos pocos reciben el macabro
honor de volver sobre la faz de Ital, para ocupar sus restos mortales
y combatir por la causa de Morskul y sus seguidores.
Pero
dentro de las legiones de la noche, los peores de sus integrantes no
son ni los espectros de antiguos paladines caídos en desgracia, ni
los no muertos de Tarhelnor, ni los muertos vivientes de Morskul.
Los
peores son los Desalmados, aquellos mortales que en vida vendieron su
alma a Akasa con la promesa de poder más allá de su imaginación,
no importa la razón por la que lo hicieron, desde el momento que
reciben el Beso de la Vida Eterna no importa lo que hagan, el destino
de sus obras será siempre el mismo, corromperse y ayudar a la causa
de su diabólico señor.
Aquellos
que lo hacen quedan relegados a una vida que no es tal, ni muertos ni
vivos, demonios sin alma, que deben nutrirse de sangre para
sobrevivir y pueden sujetar bajo su voluntad a sus víctimas como
no-muertos, aunque su negro don no lo pueden compartir más que con
una persona, la víctima necesaria para la invocación del Señor de
los Demonios, que se verá convertida en otro tipo de vampiro, en un
ser vacío que se alimentará de las emociones de los que esclaviza o
engaña para que vivan a su alrededor.
Así,
verdugo y víctima se convierten en la pareja de condenados eterna,
el uno se alimenta de los cuerpos de sus víctimas, el otro de su
alma. Pues para que la invocación de Akasa se vea coronada con el
éxito, es necesario que la víctima esté dispuesta a correr el
mismo destino que su verdugo. Dos almas sacrificadas a cambio de una
maldición eterna.
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