(Ital el JDRHM) La Era del Exilio
LA
ERA DEL EXILIO.
Unidas las
fuerzas de la Alianza de los Cometas, en aquel tiempo formada por
Khuzkazar, el Señor de la Destrucción, Gulcam, el Señor de la
Alquimia, Moruk, la Furia y Goruk, el Terror, nada parecía poder
detenerlos. Con Hercar sitiado junto al Clan de Hierro y con los
otros N´arcan indecisos ante la línea de actuación a seguir, Ital
no era más que una inmensa hoguera, los Yarath huían ante un
enemigo armado más fuertemente que ellos, los Martari se refugiaban
en sus islas, y los Ithran emprendieron la búsqueda del Clan de
Hierro. Solo los Diantari y los Caídos sobre la Anquei, la
cordillera cuyos valles les vieron nacer; podían resistir a la
oleada de los Guorz y del Clan de Fuego.
Al mismo
tiempo, los Caídos, en aquel tiempo conocidos como Featath,
comenzaron a murmurar en contra de los N´arcan. No comprendían la
razón de su indecisión, ¿acaso temían a sus enemigos? Así
llegaron a la conclusión de que no eran dignos de su respeto, ellos
tenían ya casi tanto poder como ellos, salvo el poder de dar vida a
sus sueños y de viajar por el Vacío como hacían los N´arcan.
Pensaban que eran poderes que les ocultaban por miedo a que se
rebelasen contra ellos, no creían que dichos poderes los tuvieran en
grado poco menor que ellos y comenzaron a tramar en contra de
aquellos que veían como sus carceleros.
Pero su
malestar llegó a conocimiento de Heimad, el mayor defensor de dar la
total libertad a los elfos, en vez de continuar su labor como tutores
de las gentes de Ital, y se ofendió de tal manera, que abandonó su
morada sobre Ital y volvió a su morada celeste, el Heid, la estrella
más cercana a Ital, junto a Loiv, la estrella de Loviathar, y Fasol,
la estrella de Dalemir. Y los otros N´arcan le siguieron una vez que
descubrieron la razón de su partida, salvo Hercar, que continuaba
atrapado.
Este exilio
se desveló fatal para los pueblos de Ital, que quedaron a merced de
los Señores del Caos, y en él los Featath vieron la prueba
definitiva de la traición que los N´arcan estaban preparando desde
siempre.
Exaltando
el valor de sus ancestros y la cobardía de las demás razas, termino
su narración el indigno señor de lo que era el reino de Vinkgord. A
continuación dio la palabra a los emisarios de Khenma, el más
importante de los cuales era el joven Akhaid que continuó la
narración de los hechos.
Pero los
N´arcan no olvidaban, Yinella enloquecía de dolor cada vez que
observaba la destrucción causada por el Caos, Auril sufría por el
destino de su amado Hercar, Silvara sentía arder la naturaleza que
tanto amaba, Nova y Tarhelnor no podían dejar de escuchar los
lamentos de los caídos, Morskul intentaba olvidar los campos de
batalla que cubrían el mundo sin conseguirlo, Aloth angustiada por
el destino de sus elegidos buscaba maneras de evadirse de lo que
ocurría sobre Ital, mientras que Sariagón, Thorgan, Gheris-oh-Khan,
Tormo, Mantú, Thalis y Sthalos, no podían mantenerse de manos
cruzadas, les hervía la sangre ante las atrocidades cometidas y
sentían otra vez la necesidad de dar rienda suelta a sus energías
en un mundo desde el cual sentían como se les invocaba para ganar su
favor en batalla.
Todos
los N´arcan se sentían empujados a combatir de una vez al Caos,
pero Heimad les retenía aún, ni Namcor ni ningún otro conseguía
hacerle cambiar de opinión, y los N´arcan querían estar unidos en
aquello que hicieran. Acertasen o se equivocasen, lo harían juntos.
Finalmente
descendieron los N´arcan llamados del Libro sobre Ital, quedándose
al margen del conflicto aquellos que siguieron fieles a Heimad y su
error, quienes más tarde serían llamados de la Balanza, por su
continuo sopesar las posibilidades sin actuar. Fue esta la primera
gran escisión entre los N´arcan antes de la Era de la Disgregación.
Los Señores
del Caos fueron derrotados en una batalla tras otra, fueron tales las
heridas causadas al joven mundo, que Yinella, Tarhelnor y Morskul
enloquecieron ante la muerte diseminada sobre la faz de Ital, pero la
guerra no fue por más violenta, más breve.
Peor
aún, como resultado del trato frecuente con sus enemigos y sus
obras, algunos de entre aquellos N´arcan se vieron atraídos por los
frutos que habían obtenido los Señores del Caos con el uso
desbocado de su poder. Thorgan, Thygra, Thalis y Sthalos flaquearon
ante la tentación de seguir el camino de los Señores del Caos.
Aquel
que más lejos llegó en sus contactos con el Caos, fue
Gheris-oh-Khan, quien en colaboración con Gulcam, el Señor de la
Alquimia, antes de la su caída del más peligroso de los Señores
del Caos, concibió a los terribles Uros de Knox.
Providencialmente,
en aquel tiempo se reunió con sus pares Mordyr, quien había vagado
por el Vacío más que ningún otro de los N´arcan, y consiguió
volver a la armonía a los N´arcan tentados por los frutos del caos.
Pero poco duró la paz entre las estrellas.
Entonces
comenzó a hablar Oshurn del Osario, enviado por Absuragath de
Morskul, el Señor de la Muerte y su voz era como el gélido viento
que sopla en el Campo del Osario, lugar de negra leyenda, de donde
decía que había venido, negra leyenda como la de la Era cuyos
hechos narró.
Como se puede ver, poco a poco, la influencia de Tolkien se empieza a mezclar con el Viejo Mundo y Reinos Olvidados...
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