(Ital el JDRHM) Criaturas y Leyendas 7: Jalea de Medusas

     Hola a todos. 

    Aquí estamos un día más. Hoy os adelanto el relato introductorio a las reglas de otro grupo de criaturas con las que poblar las guaridas de vuestros villanos o sazonar los viajes de vuestros aventureros.


"Buenos días joven amo. Tenéis mejor aspecto. Veo que las friegas e infusiones que os prescribí os están haciendo efecto y ni mucosidades, ni flemas os ahogan. Me alegro. Tengo que felicitar a mi proveedor en el barrio arcano por su buen trabajo.

No pongáis esa cara. Es un buen hombre. Y para ser sacerdote de Piaga, o precisamente por ello, sus conocimientos sobre plantas medicinales alcanzan donde los míos no llegan.

¿Os escandalizáis? Pues debéis saber que del mismo modo que podemos encontrar personas mezquinas y venales entre los seguidores del Libro, igualmente hay personas honestas y leales en las filas de la Espada.

En este caso concreto, ignoro qué le ha llevado hasta aquí. O cómo ha terminado trabajando de jardinero en esa sombría mansión. Más habéis de creerme cuando os digo que somos afortunados de poder contar con alguien de sus inclinaciones y habilidades dispuesto a ayudar a sus congéneres.

Poco es lo que sé de él en concreto. Pero algo más es lo que puedo contaros de los suyos y de su lugar de origen.

De piel dorada y cabellos oscuros es la gente de Shagir, la de las feraces selvas besadas por el mar, entre cuyos espesuras caminan sigilosos tigres. Fabulosos son sus templos excavados en la roca, de recargadas fachadas donde conviven acuáticas nagas con dioses de múltiples brazos. Industriosos y perfeccionistas, afirman que siguen las antiguas enseñanzas de elfos de piel morena que esculpieron sus moradas en las raíces de las montañas antes de abandonarlas por orden de sus dioses.

Ignoro qué hay de cierto en tales historias. Lo que sí puedo afirmar, es que incluso en la más humilde de sus viviendas, sita lo mismo en pueblo que en ciudad, te encontrarás con que cultivan aromáticas plantas que vivifican el ambiente y alegran la vista.

Mención especial merecen sus cementerios. Pues son auténticos jardines. Cada familia tiene asignada una parcela que mantiene con esmero. Así, cuanto más antiguo e importante es el linaje de los difuntos allí enterrados, más alto e imponente es el árbol familiar bajo el que yacen alimentando sus raíces. Grande es la deshonra de quienes ven su linaje caer en desgracia y a su árbol arrancar.

Pero de entre todos los habitantes de aquél lejano reino, son los hombres púrpura los que mayores secretos atesoran en botánica y sus recetas custodian con celo obsesivo. 

¿Tuerces el gesto? Pues no lo hagas. No es que su piel sea de tal color. Dicho nombre les viene dado por los tintes que elaboran, con los cuales se tatúan por todo el cuerpo. El proceso de su elaboración es otro de los misterios que atesoran. Aunque sospecho que también es la causa del hediondo olor que emana de sus islas.

Islas, sí, islas. Los hombres púrpura viven en comunidades aparte. En templos esculpidos en roca caliza, rodeados de lujuriosa vegetación, pasan la mayor parte del año.  Pero con la llegada de la estación de las lluvias y sus vientos huracanados, abandonan en masa sus hogares. Con familias y enseres recorren los caminos ofreciendo tintes, ungüentos y pociones. Atrás dejan sus templos y jardines a merced de los enjambres de medusas doradas que acuden en tropel a alimentarse con el néctar de las flores de loto y de los insectos que atraen.

Pocas son las ocasiones en que tales criaturas superan el cinturón de las Islas Púrpura, pero hay estaciones de especial violencia, en las que a lomos del viento se dispersan por la costa, llegando incluso a las calles de la capital. Del tamaño de un puño, la mayoría no es capaz con su bioelectricidad de más que soltar una descarga molesta. Es con ellas con las que se cocina la jalea a la que debes tu pronta recuperación.

Sin embargo, algunas de ellas pueden llegar a medir un metro de diámetro y los más viejos hablan de años excepcionalmente húmedos y calurosos, en que auténticos monstruos del tamaño de una casa han salido flotando del lecho marino. Cuando esto ocurre, el reino moviliza sus ejércitos igual que si afrontase una invasión. Sus murallas eriza de balistas y ballesteros y sus ciudadanos sufren por semanas un asedio que sólo termina cuando los vientos amainan.

Entonces regresa el pueblo púrpura de su peregrinaje. Asiste a heridos y enfermos. Busca nuevos integrantes entre los huérfanos. Y prende de nuevo las piras hediondas en sus templos para mantener alejadas a las medusas doradas un año más.

¿Qué cómo nadie aprovecha su ausencia para explorar sus islas y robar sus secretos? Rumores hay. Entre susurros, en las tabernas se cuentan historias de doncellas veleidosas que impusieron pruebas temerarias a sus jóvenes pretendientes y nunca regresaron. De osados ladrones que aterrorizados volvieron con las manos vacías, pero narrando cuentos de horrores reptantes que beben sangre, de flores con cara de hombre que escupen veneno y de plantas de espino que se mueven por voluntad propia.

Hace mucho que sospecho que mi útil contacto no es sino uno de esos huérfanos, que tomó lo que pudo de su pueblo adoptivo y luego huyó cuan lejos pudo. Por eso se acogió a la protección de su nuevo amo y reside en esa mansión habitada por fantasmas, cuidando con esmero el jardín que rodea sus tumbas."


Por León de Rasaol, médico, viajero y tutor de príncipes.


Y por ahora me despido. Os dejo en compañía de los Rolling Stones y su "Paint it black":



En unos días termino y comparto las reglas para "Ital el JDRHM". Hasta entonces.

Nos leemos.



 

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