(Spoiler Alert) “Réquiem por Viena” de Marco A. Navalli.

 

Hola a todos un día más.

Tal y como os anticipé en la entrada anterior, hoy comparto con vosotros mis impresiones sobre “Réquiem por Viena” de Marco A. Navalli. Novela en la que se nos narran las aventuras del joven alférez Maurizio Da Passano durante el asedio de Viena por el ejército turco del gran visir Kara Mustafá en el año 1.683.

Le acompaña en calidad de criado Gennaro, un napolitano veterano de los tercios ya licenciado. 

Juntos viajan a Viena para entrar al servicio del jefe de ingenieros militares de la ciudad. Desde un buen principio se nos dice que Maurizio no es un soldado al uso. Por contra, es un hombre de libros, con más cultura que calle o aptitud con las armas. Justo lo contrario que su acompañante. 

De hecho, esta dispar pareja de joven Quijote y viejo Sancho, de camino a Viena se topan con quienes huyen de la región alarmados por la presencia de un gran ejército turco. Algo que Maurizio se niega a creer alegando lo avanzado de la estación, lo lento que avanzaría un ejército bien pertrechado para un asedio y el poco margen de tiempo que tendrían para someter la ciudad antes de la llegada del mal tiempo. Todo lo cual era cierto, pero que el gran visir, a quien habían enviado a apoyar la rebelión de los protestantes húngaros y no a asediar Viena, cegado por su ambición, había decidido ignorar haciendo oídos sordos a los consejos de sus militares veteranos y se había lanzado a la aventura sin la artillería pesada necesaria para acometer tamaña empresa.

Pronto, sin llegar a ver las murallas de la ciudad, se toparán con la caballería ligera de ambos bandos: los dragones imperiales del Capitan Conrad von Althann y los tártaros del khan de Crimea. Será este capitán de dragones quien le pida a Maurizio que entregue una carta a su hermana Katharina, viuda sin hijos, que se ha negado a abandonar su casa en la capital. 

Este encargo, aparentemente trivial, desencadenará una serie de desencuentros con un noble local que propiciará la caída en desgracia del joven alférez, tildado de vago y de cobarde. A consecuencia de ello, Maurizio será degradado y pasará a formar parte del batallón de universitarios. De familia acomodada, el protagonista había recibido la educación propia de un noble en la época: caza y esgrima, a la que se había dedicado sin entusiasmo. Flaco, torpe y desgarbado, tampoco se esmera en la instrucción. Durante ella trabará amistad con dos jóvenes estudiantes (jugador, bebedor y mujeriego el uno, más puritano y aplicado el otro) que le enseñarán la ciudad. Aún así, Maurizio seguirá sin dar muestras de comprender la gravedad de su situación, hasta que los utilicen como primera línea de infantería: la socorrida y prescindible carne de cañón. Será tras esa traumática experiencia que por fin acepte el tremendo lío en el que se ha metido y trate de conseguir reincorporarse al equipo de ingenieros. Lo que no logrará hasta que todos ellos estén muertos o incapacitados. 

De este modo, el autor consigue ofrecernos una vista transversal de la defensa de la ciudad: civiles, milicianos, espías turcos, mensajeros cristianos, soldados, oficiales, nobles locales,.. Mención especial para el par de tiradores austriacos y sus apuestas (alivio cómico) y al contingente de soldados profesionales escoceses con sus épicas salidas y contracargas. 

Así mismo, gracias al personaje de Conrad von Althann, presenciaremos los esfuerzos del ejército imperial protegiendo las poblaciones colindantes y la dificultad de poner en marcha un ejército de socorro compuesto por católicos y protestantes enemistados entre ellos.

Además también le dedica sus páginas al campamento turco y a la falta de capacidad de su comandante. El gran visir, que ha viajado con su zoo privado, malacostumbrado a que sus deseos sean órdenes cumplidas de inmediato, desoye los consejos de quienes le contradicen y se va ganando la animadversión de oficiales y tropa por igual.

No podía faltar en este lienzo panorámico la injerencia francesa a la política de los Habsburgo. Donde más se incide en ella es en la parte dedicada a la corte polaca, pues su reina funge más de embajadora francesa que de reina.

En efecto, es a tártaros y franceses a los que se dedican las líneas más duras en esta novela. Si bien no se hace un retrato de ellos unívoco y no se condena al todo por la parte. A cuento de los franceses y el capitán de dragones hay un momento que me hizo reír mucho, pero no os lo voy a destripar.

Un aspecto que me gustó fue el trato dispensado a los turcos movilizados para el asedio. No sólo se pone de manifiesto que son gente dura, acostumbrada a privaciones, y que no todos están allí por celo fanático u odios enquistados, sino que, por medio de un comerciante polaco que se ofrece voluntario para hacer de mensajero y escurrirse fuera de Viena, Navalli nos describe un poco la convivencia entre unos y otros en tiempos de paz y lo cansados que están de la situación a la que los han arrastrado.

Este diferente enfoque más amplio y empático contribuyó a que la lectura de esta novela me dejase mejor sabor de boca que el asedio de Malta escrito por Simon Scarrow. Además, la introducción del personaje diseñado para atraer la atención de sus lectores italianos me resultó también más convincente. Si bien es cierto que al principio lo encontré un tanto irritante. La misma sensación me transmitió la trama romántica con Katherina y su pretendiente anterior. Tal vez sea un poco seca, pero también es menos rocambolesca que la historia de sir Thomas. Sin olvidar las escenas de complicidad entre Gennaro y la anciana criada de la viuda. Tal vez sea un guiño deliberado a las comedias de la época, no lo sé a ciencia cierta, pero me hicieron gracia. Eso sí, Gennaro me pareció un personaje que daba para más. 

En lo que palidece esta obra en comparación con la de Scarrow es en las escenas de acción de Maurizio. No llega a ser un Gary Stu, en principio cuenta con formación previa en armas, es un “non testati”, mientras sir Thomas es un veterano que entra en combate con audacia. Y aunque el aterrado Maurizio no lidera las cargas, sí que se le nota envuelto en una burbuja de invulnerabilidad. Son otros a su alrededor los que caen muertos y heridos pese a estar más preparados que él. Lo que sí resulta más convincente es su labor como ingeniero de asedio. Lástima que la estratagema empleada para engañar a los zapadores turcos sea la misma que la empleada en la novela de Scarrow.

Otra cosa que se percibe más natural en la novela de Malta son las arengas y discursos a la tropa. Aquí me parecieron un tanto acartonados, al estilo de las viejas películas en tecnicolor. Ignoro si se debe a una decisión consciente del autor por respetar el estilo del lenguaje de la época, como hace Jesús Maeso de la Torre en algunas partes de “Comanche”, pero a mí no me parece necesario llegar a ese punto de fidelidad salvo en elementos como correos o documentos entresacados del cuerpo narrativo. El cambio de registro dentro del mismo texto sin motivo aparente: canciones o representaciones teatrales serían una buena razón, no me gusta. Aunque también pudiera deberse a una traducción poco afortunada. En italiano hay profesiones que llevan artículo femenino aunque sean ejercidas por varones. No soy filólogo, puede que sea una herencia de las declinaciones latinas: "nauta nautae" y eso, pero en el texto encontré un par de artículos femeninos asociados a sustantivos masculinos.

No obstante, a nivel general prefiero esta novela a la de Malta. Navalli consigue transmitir la sensación de que en cualquier momento todo puede irse al traste. Incluso con la fuerza de rescate en marcha, el agotamiento de los defensores, la reacción a sus errores de Kara Mustafá y la niebla de la guerra hacen que la famosa carga de los húsares alados parezca una esperanza baldía.

Con todo ello, si os apetece variar de ambientación histórica, pese a algunos detalles, esta novela es una opción interesante. Os dejo con los Sabaton y sus “Winged Hussars”:



Nos leemos.



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