(Spoiler Alert) "Príncipe de Nada" por R. Scott Bakker.

Hola a todos.

Hoy os voy a hablar de una trilogía que leí hace mucho y que no me gustó. ¿Sorprendidos? Bueno, tenéis motivos para estarlo. Por lo general, si comento algo es porque me gustó y siento que la necesidad de decir algo sobre ella que no he visto reflejado en ninguna otra parte. De ahí que muchas de mis lecturas se queden sin entrada en el blog. No es que no me hayan gustado, es que pienso que no tengo nada que aportar sobre ellas.



Sin embargo, estos tres libros que tengo en casa, comprados en la librería de una grandísima persona que tristemente ya no está entre nosotros, tienen algo que me subleva. Y no es que estén mal escritos. La construcción de personajes es buena. Los capítulos dedicados a la travesía a través del desierto de sal son tremendos. Ni que el autor haya copiado el desarrollo de la primera cruzada de principio a fin: la cruzada de los pobres, el pacto incumplido entre cruzados y bizantinos, el desierto, la toma por traición de Antioquia, la entrada en Jerusalén… 

No, no es eso lo que me molesta. Ahí están las novelas de John Gwynne con sus no vikingos y sus no irlandeses o las de Harry Turtledove en las que reinventa las guerras entre persas y romanos.



Tampoco tengo problema con la manera en que adapta la magia helenística a su mundo medieval, el cual conserva reliquias y tradiciones ignorando el poder y la brizna de verdad sepultados bajo siglos de superstición. Incluso me gusta la manera en que la envuelve de misticismo filosófico.

Es por su protagonista: Anasûrimbor Kellhus. Antes de seguir por ahí os comentaré una teoría. No sé si habéis oído hablar de “los diferentes tipos de inteligencia”: teórica, manual, social y creativa. A mí me gusta explicarlo usando al “Equipo A” de ejemplo.



Ahí tenemos al que sabe cosas (Aníbal), al que sabe hacer cosas (M. A.), al que sabe conseguir cosas (Fénix/Face) y al que sabe pensar fuera de la caja (Murdock).

Pues bien, Kellhus, educado en los aislados monasterios de Meteora, es un prodigio que destaca sobre manera en el área social. Llega sin nada, como el huevo del cuco al nido ajeno, y se va apropiando de todo cuanto le rodea sin aportar nada a cambio. Es, en pocas palabras, un parásito como el vampiro de Polidori.


Agias Triados en Meteora fuente Wikipedia


Durante tres libros, no establece lazo afectivo o muestra empatía ninguna. Siempre toma y nunca da. Tampoco arrima el hombro durante la expedición. Tan sólo se rodea, cual gurú de su propia secta, de un séquito de adoradores. Tanto el bárbaro búlgaro, como el maestro gnóstico, o el caballero no templario, son personajes con los que empatizo, pero Kellhus me repele a todos los niveles y tres libros viéndole fagocitar y escupir los huesos de la gente que le rodea son demasiados. Máxime cuando se supone que hay una amenaza terrible cerniéndose sobre el mundo, que opera en las sombras y no llega a materializarse de forma evidente hasta el tercer libro, y ves cómo la serpiente con traje del protagonista, en vez de reforzar a quienes en teoría se van a oponer a ella, los está debilitando en su propio beneficio.

Vamos, que fue una lectura insatisfactoria, para historias así, con leer la prensa diaria ya tengo ración de sobra. Y como hacía tiempo que de un modo u otro estos libros aparecían mencionados el los feed de mis RRSS, pues no dejaba de darle vueltas al mal regusto que me dejaron y necesitaba desahogarme.


En fin, os dejo con Barón Rojo y su “Pico de Oro”:


Nos leemos.


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