(Píldoras Literarias) "Malice" de John Gwynne.

Hola a todos.

El caso es que entre volcanes, incendios, guerras, agresivas políticas comerciales, escándalos por corrupción y un ambiente laboral desapacible he recurrido a mis lecturas de confort. Ya sabéis; esos libros que evocan momentos tan apacibles como las segundas invasiones y la crisis del 1200 antes de Cristo.

Además, dentro de la amplia oferta histórica y fantástica a nuestro alcance digital parece que he encontrado un nuevo autor que me agrada: John Gwynne.

Esta es la cuarta obra suya que leo y me reafirmo en sus influencias de base: R. A. Salvatore y Bernard Cornwell.

De hecho, al leer “Malice”, su primer libro publicado, me ha ocurrido algo que yo mismo vaticiné a otros que me preguntaban por dónde empezar a leer las aventuras de Drizzt. Yo les decía que por la trilogía del Viento Helado. Otros que por la trilogía de “La Morada”, “El Exilio” y “El Refugio” que cronológicamente va antes. “Lo del Viento Helado lo escribió primero y si lees los otros antes vas a notar un descenso acusado en la calidad”, insistía. Y eso es justo lo que me ha pasado a mí ahora por haber leído antes su trilogía inspirada en las leyendas escandinavas antes que esta otra serie que bebe de las irlandesas.

Ojo, no es que esté mal, ni mucho menos. Es sólo que en la trilogía de Varg y compañía aplica la misma fórmula mejorada. 

Me explico, en Vigrid elige tres personajes muy distintos: de diferente género, edad, región, convicciones y clase social que no cruzan apenas sus caminos. Gracias a ellos nos introduce en su personal mundo posterior al Ragnarok. Luego redondea la obra añadiendo los puntos de vista de otros personajes que ya habían aparecido como secundarios y enlaza sus historias.

Aquí en cambio nos encontramos con trapos de nata en la leche, o grumos sin disolver en el Colacao. Los personajes no difieren tanto entre sí y se entrecruzan continuamente. Su tiempo en pantalla no está muy bien distribuido y la información que nos suministra no fluye con la misma naturalidad que en “La Sombra de los Dioses” y siguientes. 

Del mismo modo, hay puntos de la ambientación que chirrían un poco. Salvatore tenía su “Cristal Tirith” y su “Mithril Hall”. Entiendo que tomar palabras prestadas de la Tierra Media venía muy bien durante la partida de rol original para que los jugadores se pusieran en situación sin meterse en explicaciones (lo he comprobado en persona dirigiendo partidas), pero admito que al novelar esas historias no queda bien. Así pues, Gwynne tiene su Ardan y su Isiltir y los más chocantes Calidus, Ventos, Tenebral, Veradis, Aquilius o Fidele, entre otros, que evocan una cierta base latina y no casan con el resto de los temas célticos que componen la ambientación que nos propone el autor. 

Tampoco es que estén mal elegidos, se adaptan como a un guante al concepto de personaje detrás de ellos, pero desentonan en una historia que bebe del irlandés “Libro de las Invasiones", como ya hiciera M. Moorcock en su segunda trilogía de Corum, y en el “Cuchulain de Muirthemne” de Lady Gregory. Aunque profundizar en eso sería más propio de una entrada del tipo “Spoiler Alert”. Lo que sí os adelantaré es que el autor añade una profecía apocalíptica, con su anticristo incluido, a la mezcla de piedras rúnicas, colinas con ruinas abandonadas, gigantes precataclísmicos, serpientes enormes y reliquias como el caldero del padre Dagda (al que hay quien quiere relacionar con el grial cristiano mitos artúricos mediante), e incluso se trae a unos fanáticos monjes guerreros sacados de los manuscritos esenios del Mar Muerto.

De este modo tenemos una reinterpretación moderna de mitos celtas y cristianos en una versión alternativa del archipiélago británico (sí, también hay piratas no del todo vikingos) al estilo de la serie de “La Sombra Carmesí” de R. A. Salvatore. Es cierto que al inicio le cuesta centrarse, pero pienso que hila muy bien las diferentes tradiciones de las que bebe tejiendo un universo mental coherente con la sociedad y la cultura material que describe. Además, una vez calienta motores, destacan la construcción interna y la evolución de sus personajes: Corban con sus familiares y amigos, los sinsabores de Kastell, los escrúpulos de Camlin, las carencias afectivas de Veradis… una tras otra, todas las piezas del puzle van encajando en su sitio preparando el terreno para una auténtica tragedia de dimensiones épicas.

Y lo de tragedia no lo digo a la ligera, pues igual que todo paraíso tiene su serpiente, todo Asgard su Loki y todo Camelot su Mordred, Ardan no es la excepción.

Os dejo con Gary Moore y su “Out In The Fields":


Nos leemos.


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