(Píldoras Literarias) “La Espada y la Cimitarra” de Simon Scarrow.


Hola a todos una vez más.

Hoy voy a compartir con vosotros mis impresiones sobre “La Espada y la Cimitarra”. La novela de Simon Scarrow que menos me ha gustado.

En esta ocasión, Scarrow nos ofrece una historia de aventuras en el Mediterráneo del siglo XVI. En concreto, nos sumerge en la heroica resistencia de los defensores malteses durante el asedio turco de 1.565.

Para ello, el autor introduce en los eventos históricos a un miembro inglés de la Orden de Malta. Caído en desgracia a ojos de la corte protestante debido a su confesión católica, se le ofrece la oportunidad de redimirse a cambio de recuperar unos documentos en la lejana isla. 

A partir de ahí tenemos unos elementos clásicos de estas historias de capa y espada: el viejo amor imposible, el triángulo amoroso y el cortesano intrigante maniobrando en las sombras. No obstante, todo este entramado folletinesco queda apartado en el momento en que la flota turca hace su aparición y comienza el asedio de Malta. De ahí en adelante, la sucesión de lances de batalla, defensas desesperadas y sacrificios heroicos opacan por completo la trama inicial.

Y en mi opinión ahí reside a un tiempo la debilidad y la fortaleza de esta novela: en el marcado contraste entre lo forzado que se siente todo el entramado necesario para colocar en el momento y lugar deseado a un personaje diseñado para atraer a su público objetivo (británicos), y la magistral narración del asedio en sí. Narración plagada de momentos épicos y desgarradores por igual. Sin duda la parte de la obra en la que Scarrow da el do de pecho y demuestra su buen hacer.

No obstante, hay un aspecto de su narrativa, compartido también con Bernard Cornwell, que me llama la atención: su tratamiento del otro. Me explico. En los libros de Cato, cuando Scarrow escribe sobre los rebeldes britanos se aprecia una simpatía que está ausente cuando se trata de otros enemigos de Roma. Lo mismo ocurre en las novelas de "El último reino" de Cornwell. La afinidad que se percibe cuando trata a los escandinavos contrasta con la cauta frialdad con que describe a los escoceses o la distante extrañeza que transmite a la hora de escribir sobre los galeses. Esta falta de empatía con el otro es todavía más acusada con los franceses en la serie de “Los arqueros del rey” de Cornwell y con los turcos en esta novela de Scarrow. En ambos casos optan por el cliché del “villano con mostacho”.

A ver, entendedme, son los malos de la película, de acuerdo, pero mientras que en otros casos se reconoce su parte de razón, o se plantea la idea de que pudo haber una manera pacífica de entenderse, aquí no. Aquí los turcos son multitud y cuentan con todos los medios que su inmensa riqueza puede comprar. Mientras que los defensores están solos, aislados, andan escasos de todo… y simplemente son mejores que la turba que los asedia. Solamente se muestra un cierto respeto por las tropas de élite del sultán: los jenízaros.

Además, tampoco incide en las dificultades que afrontaron los poderes cristianos del momento para armar la flota que envió en su ayuda. Comprendo que así aumenta la tensión del relato y la carga épica de la solitaria resistencia de los caballeros de la Orden de Malta (da gloria leer las intervenciones de su anciano comandante), pero claro, a fin de cuentas yo soy español y espero algo más de reconocimiento a los esfuerzos de los Austrias, y de sus no siempre predispuestos aliados, por contener el expansionismo de la Sublime Puerta.


Un poco de respeto nunca está de más. Ya habrá tiempo luego de aplicar el poder del guion.


Por estos motivos, la lectura de “La Espada y la Cimitarra” me resultó insatisfactoria. Al final le he dedicado una entrada en el blog para contraponer aquellos elementos que no me resultan convincentes con otra de mis lecturas: “Réquiem por Viena” de Marco A. Navalli, sobre el sitio de 1683. La cual, por otra parte, pienso que para ciertos lances de batalla se inspiró en la obra de Scarrow. O eso, o ambos autores comparten fuentes. Las dos opciones me parecen igual de válidas. De esta otra novela os hablaré próximamente.

Esto es todo por hoy. Ahora no recuerdo ninguna canción sobre este asedio, ni siquiera sobre las correrías de los hermanos Barbarroja, de manera que os dejo con Sabaton y sus “Templars”:



Nos leemos.


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