(Ital el JDRHM) Criaturas y Leyendas 10. De tracos, seros y vagas. Parte 11.

 

        Hola de nuevo. 

        Permitidme que me sincere: el verano no me gusta. De niño lo asocié a repartir el pan casa por casa por las mañanas y lavar furgonetas y acarrear carretillos de leña por la tarde, mientras los compañeros del colegio estaban de vacaciones. Y luego de adulto las cosas no han ayudado tampoco a mejorar mi relación con esta húmeda y calurosa época del año. A mí me va el frío y seco invierno. De manera que llevo un par de meses en modo "ahorro de energía": voy a trabajar y cuando termino no tengo ganas de movidas.

        No obstante, entre lecturas variadas, partidas al viejo Titan Quest con Sthalos (Defensor más magia de hielo y truenos) y comentarios de libros en el blog, algo he continuado con el amigo Sebas. Contaba con haber hecho más, pero como veis este mes no he estado por la labor. A la que refresque seguro que doy más de sí. Entre tanto comparto con vosotros un pedacito más de viaje de Sebas.


Imagen generada con Copilot.

"En efecto, lobos sombríos y fuegos fatuos, oníricos vinculados ambos a la Corte Oscura, rondaban los nudos de las otras tres cortes que se disputan el control de Lardar. Estancado su conflicto desde tiempo inmemorial, la llegada desde la Vigilia de un exiliado singular prometía romper el precario equilibrio en que se hallaban y despertar al Durmiente.

Alentados por esta ambición, los súbditos de la oscuridad merodeaban por Lardar en busca de presas fáciles sobre las que abalanzarse. La estación invernal les era propicia, pues contaban con la protección de la luna negra.

Sin embargo, las emociones positivas: alegría, gratitud y amistad, que irradiaba la Colina de los Hongos mermaron su poder alimentado por la desesperación, la tristeza y el rencor. Quebrada momentáneamente su resolución, los siniestros oníricos se alejaron de ese nudo perteneciente a la Corte Dorada y procedieron a informar de su hallazgo al nuevo campeón de su señora.

Vestido de plata y medianoche, este los esperaba a la sombra de un repecho del río. Embozado en su capa, de envergadura superior a la inmensa mayoría de los mortales, pero seco en carnes y demacrado a consecuencia de largos tormentos, el elfo de largos cabellos oscuros y rasgos afilados entrecerró sus ojos almendrados sin perder el hilo de cuanto le decían. En su mente preclara empezaba a tomar forma un curso de acción a seguir. Despidió a los oníricos menores con un simple gesto. 

Los fuegos fatuos volaron serviles y presurosos. Las sombras lupinas se retiraron despacio,  sin dejar huella en la nieve impoluta, gruñendo su desprecio por el morador de la Vigilia. Ninguno de ellos podía entrar en los nudos propiedad de un onírico mayor sin arriesgarse a ser asimilados por la voluntad dominante en el lugar. Así que no le eran de utilidad para sus propósitos.

Es más, también era consciente de que su lealtad recaía en otros. Miró a un lado y allí estaba, sentado sobre los restos helados de un monolito derribado, enseñando los dientes afiliados, un fulgor amatista asomando en su mirada, el gran lobo negro con su cuerno de unicornio en la frente. Sin cruzar palabra, el proscrito le dedicó una leve inclinación de cabeza antes de desaparecer por el hueco de un roble podrido y moribundo.

***

Ajenos a todo esto, los vagas habían tenido tiempo de llenar sus zurrones con las setas de Fungus. Los habitantes de la colina se habían asegurado de que tomasen consigo sólo aquellas que podían consumir sin peligro. Sebas las sabía reconocer, pero sus amigos no. Hacía rato que demoraban su partida. Allí siempre era verano a mediodía. Una brisa suave mecía las flores y bajo la copa de los árboles se respiraba paz y sosiego. No era de extrañar que hubiera quienes, una vez encontrado un lugar así, perdiesen la noción del tiempo y el interés por regresar al plano mundano.

Fue Nin el primero en manifestar su deseo de tomar el camino de vuelta. Gracias a su amuleto, el hechizo del nudo pesaba menos sobre él que la inquietud generada por las figuras vislumbradas de reojo en el límite de su visión. Por respeto a su onírico anfitrión, prefirió decírselo a Sebas. Este palmeó el culo de su repleto zurrón con gesto pensativo y asintió.

En lo que Sebas departía con Fungus, el vagas se acercó a su hermana, quien, sentada sobre una roca, contemplaba como Duende perseguía a una mariposa amarilla sin alcanzarla.

—¿Alguna vez imaginaste que podía existir un lugar así? —comentó ella con una beatífica sonrisa pintada en los labios y telarañas en sus ojos marrones. La magia onírica, experimentada por vez primera, pesaba con fuerza sobre su espíritu.

—¿Así cómo? —respondió él, intranquilo, pues una oscura silueta había aparecido y desaparecido repentinamente en el límite de su visión entre destellos de plata.

—Tan hermoso como un mediodía de verano —dijo ella con un lánguido suspiro—, pero perpetuo, atemporal, sin vejez ni enfermedad…

—Sin cambios —la interrumpió reprimiendo un escalofrío y metiendo la mano en el bolsillo para tocar su amuleto—, igual que un insecto conservado en ámbar.

—¡Oh! —exclamó ella contrariada poniendo los brazos en jarras— ¿Y quién es ahora el aguafiestas?

—Perdona, Florecilla —se disculpó él soltando su amuleto—. Es sólo que no acabo de sentirme a gusto aquí. 

Ella le dedicó un mohín y se levantó de su asiento. Dio un par de pisotones para despertar las piernas, y llamó a Duende con un silbido.

—¡Despidámonos al menos como buenos invitados! —le exigió mirándolo fijamente a la cara.

—¡Hey, hey, fierecilla, qué no he dicho nada malo! —dijo él retrocediendo a la defensiva.

Duende los miraba discutir ladeando su cabecita de un lado a otro. Tomándoselo por un juego, se puso a ladrar. Nin le riñó, y entonces el perrito empezó a corretear en torno suyo tratando de morder el bajo de su capa. Mientras, Flo lo jaleaba riendo alborozada. En uno de esos envites, el vagas resbaló y cayó redondo sobre la mullida colina. Duende aprovechó para lamerle la cara. Cuando su hermana le tendió la mano, Nin se lo hizo pagar tirando de ella hacia el suelo. Así los encontraron Sebas y Fungus, retozando sobre la hierba, revolcándose despreocupados entre las flores, mascota y medianos desternillándose por igual. Olvidada toda preocupación, sus zurrones volcados y las setas desperdigadas.

—¡Felices amigos alegran a Fungus! —comentó sonriente el señor del nudo.

Los dos hermanos se apresuraron a levantarse. Ella, roja como un tomate mordiéndose el labio con picardía. Él, tanteando los bolsillos con cierta angustia hasta comprobar que no había perdido su amuleto de la suerte. 

Duende movía alegre la cola. En ese momento sus personas favoritas estaban todas juntas. Una mariposa amarilla quiso posarse en su nariz y él estornudó. Los demás recogieron las setas del suelo.

—Es hora de regresar —se despidió Sebas por todos ellos—. No queremos que nos echen en falta en el otro lado.

El onírico asintió comprensivo. Bien sabía que el tiempo fluctúa de manera caprichosa entre Lardar y la Vigilia. Los minutos pasados en un mundo podían ser horas al otro lado y viceversa."


Y hasta aquí puedo a leer. Os dejo con Gamma Ray y su “Heaven can wait”:


Nos leemos.


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