(Ital el JDRHM) Criaturas y Leyendas 10: De tracos, seros y vagas. Parte ocho.

 Hola a todos. Continúo con Sebas y compañía.

“El viaje de regreso al valle del Robinoa fue plácido y pausado. Los días se acortaban a ojos vista y las lluvias frecuentes inducían a la introspección y la melancolía. Ni siquiera la novedad que suponía la pareja de vagas lograba disipar el velo de tristeza que se cernía sobre los campesinos y su menguante caravana.

Según avanzaban, en cada pequeña localidad, poco a poco se iban despidiendo sus integrantes. La venta en la capital había sido buena de verdad, pero el ambiente que se respiraba entre sus ciudadanos era el propio de quienes oían truenos en la lejanía y miraban al futuro con temor.

Las noticias que traía Nin sobre las guerras entre la gente grande y la interrupción de las rutas marítimas de un lado al otro del Telegureh habían confirmado los peores rumores. Sin embargo, inasequible al desaliento, el revoltoso mediano perseveraba en su empeño de encontrar un camino seguro hasta su dorada Venyagozar.

—Si por mar no se puede ir más allá de Rasaol —porfiaba con Sebas—, iremos por tierra.

—Sigo sin entender qué es lo que tiene de especial ese lugar —suspiró Sebas, empezaba a pensar que no había manera de convencer a la pareja para que se quedaran con él.

—¡Que qué tiene de especial! —exclamó Nin, un tanto molesto, una tarde de fría e intensa lluvia, asomándose por el toldo— ¡Por de pronto no hace este frío! Allí el tiempo es cálido. Crecen frutos dulces, largos como dedos, de unos arboles que llaman palmeras. Los rebaños de ovejas engordan lustrosos y sus habitantes, menudos y tostados, caminan descalzos por playas de fina arena —prosiguió, soñador, con la mirada perdida en la cortina de lluvia que caía sobre los carromatos—. Viven con los pies en el suelo, como nosotros en Ursala, sí, pero con la vista puesta en el azul del cielo. Se rodean de cosas hermosas, pintan fachadas y estatuas, se rodean de fuentes y jardines, de música y de historias…

—Enséñaselo —le animó Flo posando la mano en su hombro.

Bajo su contacto Nin parpadeó, sus ensoñaciones le habían transportado al extremo de Itnor, a una tierra donde, entre otros, se adoraba al dios del juego y el azar, al travieso Bryon, el ausente consorte de la hogareña Yandala. En respuesta a su hermana, el vagas echó mano al zurrón que contenía sus escasas pertenencias. Si viajaban siempre así de ligeros, o si habían perdido el resto por el camino, Sebas prefirió no preguntarlo. Estaba intrigado por aquello que Flo quería que le enseñasen.

Todavía dudando, tal vez temeroso de ser objeto de burla por confesar sus ilusiones, Nin cerró el puño sobre un objeto y se quedó mirando a su hermana. Ella asintió con la cabeza y entonces abrió la mano muy despacio.

En su palma reposaba un pedazo de cielo, una piedra de un azul intenso como Sebas no había visto nunca. Conteniendo la respiración, mudo de asombro, estiró el brazo. El primer impulso de Nin fue cerrar el puño de nuevo.

—Ya sé que es tu tesoro —dijo su hermana al ver su reacción—, pero deja que lo vea y lo entenderá.

—Con vuelta, Carapatata —contestó él—. No creo que tengas ni de lejos nada tan bonito como esto.

—Tranquilo, sólo quiero verlo —contestó con un susurro mientras cogía la piedra azul con sumo cuidado.

Conteniendo una exclamación de puro deleite, Sebas sostuvo la figurita ante sí. Se trataba de una obra de arte diminuta y delicada que presentaba los inequívocos rasgos de un típico mediano: las orejas puntiagudas, las patillas rizadas, la barriga prominente y los grandes pies desproporcionados. No obstante, sus vestiduras eran del todo desconocidas para Sebas: llevaba un gorro cilíndrico, un ancho collar circular le cubría los hombros y parte de la espalda, una falda corta le ceñía la cintura, y calzaba sandalias. Con ambas manos sostenía lo que en primer momento pensó que era un bastón de mando, como el que tenía su padre el Mayor, pero fijándose mejor discernió que era una gran llave. Además, la figurita pesaba mucho más de lo que imaginó a simple vista. Tras admirarla un rato más, se la devolvió a su dueño con un silbido de admiración.

—¿Y esto de dónde ha salido?

—De Venyagozar —le contestó mirándolo como si fuera tonto—. ¿De dónde si no?

—Pero es la talla de un mediano.

—Claro —asintió mientras la envolvía con un paño de cocina y guardaba de nuevo el bulto en su zurrón.

—¿Y qué hace así vestido? Parece antigua ¿Quién la esculpió? —barbotó Sebas sin parar ni a respirar.

Al escucharlo, Nin se echó a reír a carcajadas y su hermana se le unió con más moderación. Era una muestra de alivio y alegría. Pareciera que la barrera invisible que desde su primer encuentro los separaba hubiese cedido al fin tras compartir la revelación de su tesoro.

—Ahora vas entendiendo —dijo el vagas al tiempo que se secaba las lágrimas de risa.

—Es un amuleto de buena suerte —le explicó Flo—. Los esculpe la gente grande de allí. A nosotros nos lo dio Rafa Mendrugo. Lo consiguió de un mercader en Rasaol. Pero él no consiguió embarcar…

—La guerra de la gente grande —la interrumpió Sebas pesaroso, no dejaba de pensar en sus amigos del Atrevido.

—Exacto —retomó Nin la palabra—. Pero nosotros sí que llegaremos a Venyagozar. Si por Alrus no se puede, descubriremos otra ruta por Itnor.

La convicción que irradiaba el mayor de los hermanos impactó sobremanera a Sebas. Por un momento fue igual que verse reflejado en un espejo. El brillo en los ojos de Nin no dejaba lugar a dudas: nada ni nadie le disuadiría de su empeño. Afuera del bamboleante carromato había dejado de llover. Bajo la luz de los tres soles, las gotas de lluvia sobre rocas y arbustos a ambos lados del camino refulgían tal que gemas. Ladridos de perros y mugidos de vacas les dieron la bienvenida. Duende correteaba en círculos moviendo la cola y ladraba excitado. Habían llegado a su destino.”



Un pequeño avance, enseguida terminaré está historia, aunque antes espero incluir algún huevo de pascua más. De hecho, los que estáis empapados de la mitología de Ital ya os habréis dado cuenta de que el tesoro de Nin, ese amuleto de la suerte, no es otra cosa que la Llave de Bryon.

Para los recién llegados, si habéis visto “Vox Machina” es un concepto similar al de sus vestigios. Ya que estoy, os cuento que en la ya lejana década de 1990, uno de mis amigos dirigió una partida en la que combinaba la Tierra Media y los Caballeros del Zodiaco (ahí es nada) y los jugadores teníamos “las armaduras de los Valar”. De hecho, León de Rasaol es un homenaje a sus PJs. Poco después, cuando decidí dejar de ambientar partidas en mundos ajenos y escribí la historia de Ital, añadí a su idea original que las reliquias de los dioses pudieran adoptar otras formas además de armaduras: armas, talismanes, joyas… en función de la divinidad a la que estuviesen vinculadas. Al estilo del martillo de Thor en los cómics de Marvel. Y así nacieron las Llaves.

De modo que, cuando me llegó un whatsapp de uno de mis jugadores todo alterado: “¡Pana-san, que han plagiado Ital!”; me eché a reír. “Ojalá fuera cierto, eso significaría que me han leído”, le contesté. Pero es verdad que, una vez vistas las temporadas emitidas de “Vox Machina”, no deja de maravillarme la cantidad de elementos que comparte dicha serie con nuestras partidas del siglo pasado:

  • los vestigios/llaves.

  • la pareja de hermanos elfos voladores/los ícaros de Alberto y Sefer.

  • la pareja de vampiros/mis parejas de desalmados servidores de Akasa.

  • el gigante y su espada vampírica/el minotauro de Diego y su hacha demonio.

  • el gigante desatascando la situación dando órdenes al grupo/el minotauro de Diego dejando en evidencia a los magos del grupo.

  • el mundo de los sueños/mi Lardar.

  • la infiltración en el cubil de los dragones mientras ellos atacan la ciudad/mis cuarenta dragones (y uno muerto viviente) arrasando Donjou mientras los PJs robaban la Llave de Sthalos en Lundune.

  • y alguna que otra cosa más que me callo por si no habéis visto la serie.

Era como ver un puzle con las piezas cambiadas de sitio. Lástima de los momentos de humor tipo “Padre de Familia”. En las partidas siempre me costó encajar esas cosas y después me saturé de ese estilo de comedia. De manera que si todavía no la habéis visto y os apetece una visita al estilo de los años noventa, echarle un ojo a “Vox Machina” en Amazon; o, ya puestos, también al anime moderno del “Bastard!” en Netflix.

Me despido por hoy. Os dejo con los Rhapsody y su “Power of the Dragon Flame”:


Nos leemos.

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