(Charlas con los Lectores) El dinero es cobarde.

 

Hola a todos de nuevo.

Los que me vais conociendo ya sabéis que no me gusta polemizar. Y mucho menos desmotivar o desmerecer a nadie. Ahora bien, las declaraciones de Rosa Montero y Arturo Pérez-Reverte, sumadas a una serie de conversaciones con personas de mi entorno, me han decidido a servirme un cubata y con él en la mano expresar mi opinión al respecto.


Spawn n°10 de T. McFarlane y D. Sim

Voy a empezar por dirigir vuestra atención a una de esas cosas que venían en los libros de ciencias sociales en la E.G.B. y que sin duda recordaréis: los sectores de la actividad económica.

  • Sector primario: obtiene la materia prima.

  • Sector secundario: procesa la materia prima.

  • Sector terciario: publicita y distribuye el producto final.

Pues bien, aunque a muchos no nos guste enjuiciar la actividad artística (plástica, literaria, musical, interpretativa, o la que sea que practiquemos) desde parámetros así de crudos, los escritores estamos encuadrados en el sector primario: generamos la materia prima que luego los trabajadores especializados del mundo editorial, tanto correctores como impresores, transformarán en el libro que llegará a los puntos de venta y de ahí a los lectores.

Y todo ese proceso tiene un tiempo y trabajo del que depende el sustento de mucha gente, no sólo del escritor y del editor, también del operario de la papelera, del camionero que transporta los troncos o los libros, y de muchos otros más.

No voy a negar las conductas reprobables que se producen en el ámbito editorial. Baste recordar las penurias vividas por Emilio Salgari, o el maltrato que recibieron Jack Kirby en Marvel y Alan Moore en DC. Pero no debería escandalizarnos que las editoriales prioricen obras que consideran “inversiones seguras”: traducciones de pelotazos comprobados, franquicias con gran número de aficionados y personajes conocidos con muchos seguidores. Mientras tanto, proyectos editoriales que apuestan por voces nuevas sufren para hacerse oír y mantenerse a flote.

A mí también me gustaría que se produjese un equilibrio entre el volumen de publicación de un tipo de obras y otras. Pero a la hora de la verdad, el espacio disponible en las librerías (y en casa) y el dinero (y el tiempo) de cada uno son limitados. De ahí que salvo cómics, que sigo prefiriendo el formato físico, cada vez leo más en formato digital. Lo que también me permite salirme de los autores de siempre y alternar con los que encuentro en las bibliotecas locales.

Ahora bien, la cuestión de las estrategias conservadoras por parte de los inversores nos lleva a otro tema de conversación recurrente: las cada vez más frecuentes adaptaciones de un medio a otro y las licencias que se toman sobre el material original. Algunas son comprensibles, no es lo mismo el lenguaje audiovisual que el escrito. Ahí coincido con B. Sanderson y su apreciación sobre los videojuegos, los cuales tienen el potencial de aunar ambos mundos. Tampoco el público objetivo es necesariamente el mismo. Es de sobra conocido el rechazo que produjeron en Tolkien las películas de animación de Disney.

Aquí surge la contradicción que arrastran muchas producciones actuales: los productores invierten en IPs con gran base de fans y los creativos encargados del proyecto quieren aportar su propias ideas o inquietudes. Luego, el envoltorio que nos venden y su contenido no coinciden. Y a partir de ahí se desata el tumulto en las redes.


Los homenajes visuales me gustan mucho.

Mención aparte merecen las llamadas a la nostalgia: precuelas, secuelas y remakes. En estos casos los riesgos son similares e incluso añaden los suyos propios. Mientras la cabeza pensante se mantiene a lo largo del proyecto (estoy pensando en George Lucas) la idea de base suele mantenerse, cuando hay cambios frecuentes al frente del timón el resultado es más irregular: 

  • Trilogía de Anakin: el propósito era contar cómo es que las cosas estaban bien y acabaron mal.

  • Trilogía de Luke: el propósito era contar que las cosas estaban mal y los protagonistas luchan por arreglarlas.

  • Trilogía de Rey: tus héroes de la infancia no arreglaron nada, al contrario lo empeoraron todo (bofetada al recuerdo) y los nuevos personajes terminan por destruir lo poco que queda (bofetón a todos los que mantuvieron el interés por la franquicia a lo largo de los años). De manera que, salvo que el propósito de estas películas consista en desbaratar el legado previo para hacer tabla rasa ignoro de qué iban.

Sin olvidar esos “homenajes” que dejan en nada lo que fueron momentos memorables de las obras anteriores. Me explico. Luke tiene la carrera en speeder bike por el bosque/Anakin niño la carrera de vainas. Luke tiene la estrella de la muerte/Anakin la nave de mando droide. O peor, la Galadriel de P. Jackson tiene la fabulosa escena de la renuncia al anillo único, ¿pero qué mérito tiene ahora si ya antes resistió a una tentación similar en la Segunda Edad?

Ojo, admito que revisitar temas y adaptarlos a otros ambientes puede dar buenos resultados. Estoy pensando en “Ran” de Kurosawa y “El Rey Lear”. O “Los Siete Magníficos” y “Los Siete Samuráis”. Incluso “Dune” se puede interpretar como una mezcla de Lawrence de Arabia y Mahoma en el espacio. Pero puestos a ello, para mí gusto, cuanto más te alejes del original mucho mejor. ¿Un Macbeth ambientado en la industria discográfica del rap en Detroit? Pues tendría potencial. Unos 47 ronins en un imperio que no es Japón como en "Los Últimos Caballeros" con Morgan Freeman... pues tiene momentos muy buenos, pero ya puestos márcate una space opera y lo mismo sale algo con más personalidad.

Bueno, ya me terminé el cubata y tengo mal beber, así que no me enrollo más. Otro día me tomaré otro y escribiré lo que opino de “Los Anillos de Poder”. Entre tanto os dejo con los Blind Guardian y uno de sus temas inspirados en “Tommyknockers” de S. King:


Nos leemos.

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