(Píldoras Literarias) "Salambó" de Gustave Flaubert.


Hola a todos. Han sido un par de semanas ajetreadas. Sin rutinas ni un entorno estructurado me resulta complicado lidiar con mis neuras, pero al menos he podido leer varias cosas y mantener calladas por un rato a las voces de mi cabeza.

Entre mis últimas lecturas voy a destacar “Salambó” de 1862. Obra que tenía pendiente desde hace mucho. En ella Gustave Flaubert nos narra un episodio poco conocido de la historia de Cartago: la Guerra de los Mercenarios.

Os pongo en antecedentes: Corre el siglo III a.C. La república cartaginesa ha perdido su primera guerra contra Roma. Su economía está ahogada por las reparaciones de guerra que está obligada a pagar, por la pérdida de territorios, por las malas cosechas y por las restricciones al tamaño de su flota impuestas por los romanos. Además tienen pendiente el pago de la soldada a una multitud de mercenarios venidos de todos los rincones del ecúmene.

Así las cosas, asistimos a las argucias de quienes no quieren pagar, la violencias de quienes exigen más de lo que les corresponde, las diligencias de quienes están dispuestos a pagar de su bolsillo lo que adeuda la república para evitar más daños, y las malas artes de quien ve en la desgracia de todos los demás su oportunidad para evitar una condena a muerte por ser un esclavo fugitivo.

En medio de este torbellino de voluntades enfrentadas, en ausencia de su padre Amílcar Barca, alejado de la ciudad por sus rivales, se encuentra la joven Salambó. Prisionera de su rango y condición, la muchacha ha sido mantenida por sus tutores aislada del mundo más allá de los jardines de la mansión familiar. Es descrita como una niña ignorante de las pasiones que su cuerpo de mujer puede desatar en el sexo opuesto. Una núbil doncella destinada a un matrimonio político que beneficie a su familia.

Precisamente es a resultas de un encuentro casual con uno de los mercenarios, Matho, que se desencadena la tragedia. El joven soldado pierde la cabeza por la joven Barca. En su cabeza la muchacha de alta cuna representa todo lo que está fuera de su alcance y decide que para conseguirla ha de conquistar Cartago.

Con esa idea le envenena la mente Espendio, personaje que se le pega como una sanguijuela. Este es un pescador en río revuelto que medra sembrando el caos. Hasta que, derrotados los otros generales cartagineses, regresa Amílcar Barca. 

A Amílcar se le representa poco menos que como su propio dios. Al contrario que su hija, atrapada en una vida de ritos y voluntades ajenas, Amílcar no se doblega ante nada ni nadie. Ni dioses, ni leyes, ni costumbres, ni tan siquiera la palabra dada lo atan de manera alguna. Tal y como se desenvuelve en esta novela, Nietzsche se sentiría orgulloso de él.  

Con estos ingredientes y una prosa barroca, cuajada de cultismos y elementos exóticos siguiendo la moda orientalista, el autor narra una variada sucesión de aventuras nocturnas y encarnizadas batallas, para lo cual no escatima en detalles truculentos. En lo que a mi respecta, opino que estilo general aúna los contrastes del tenebrismo con el romanticismo decimonónico.


“La Balsa de la Medusa” de Théodore Géricault 1819

En cuanto a la historicidad de la ambientación, es fácil identificar las fuentes que el autor parece haber tenido a su alcance. 

Entre la multitud de orígenes de los mercenarios podemos encontrar a los ubicuos hoplitas espartanos y honderos baleares, pero también a los menos conocidos cántabros, de ahí deduzco que leyó la poesía épica romana de Gneo Nevio y de Silio Itálico.


Un Laro el cántabro imaginado por Copilot en base a la descripción de Silio Itálico.

Luego, hay referencias a la práctica de la prostitución sagrada y a los sacerdotes castrados. De la primera, por más que la mencionase Heródoto, parece que no se ha encontrado prueba alguna. En tanto que de los segundos hay abundantes testimonios sobre la repulsión y fascinación morbosa que ejercían en los romanos.

Por último, hay un momento en el que alude a las relaciones homosexuales entre los mercenarios griegos en términos similares a los de la “Anábasis” de Jenofonte y a las historias sobre la élite de Tebas.


No obstante, lo que de verdad me ha impulsado a escribir esta entrada es lo mucho que me ha recordado a lo que he leído en obras de autores posteriores como Abraham Merritt y su “La Nave de Ishtar” y sobre todo Robert E. Howard en “El Coloso Negro”.


Super Conan número 7. Arte de Jhonn Buscema y Alfredo Alcalá.


Por de pronto, admito que me acerqué a esta lectura con una idea equivocada. Esperaba encontrarme con una mujer fatal, una Circe, una Dalila, una Dido, una Salomé, tal vez incluso una “Ella” como la de H. Rider Haggard. Y en su lugar me encontré con una Yasmela: una joven noble acosada por sueños perturbadores que impelida por un mandato religioso abandona la seguridad de su jaula dorada y se aventura por las calles oscuras de una ciudad bajo asedio…



Del mismo modo, me resultó sencillo visualizar a Matho como una iteración del joven Conan dibujado por B. W. Smith en sus tiempos de atlético ladrón en Shadizar y Zamora. Sólo que aquí, él y Nathok el Velado/Hannón han intercambiado lealtades. Esa escena en que Flaubert describe los avanzados estragos de la enfermedad del sufeta cartaginés y la revelación del rostro del profeta que ha unido a los sitiadores comparten un claro paralelismo.


Y que conste que la descripción gráfica en la novela de Flaubert es más gore. Al nivel de la deriva de náufrago de Arthur Gordon Pym (1838).

Hay otras obras que me han venido a la memoria al leer esta seminal “Salambó”. La creciente fortuna de Espendio y la inversión de roles con su amo Matho, que gracias a su ingenio pasa de esclavo a líder de hombres, mientras que Matho por momentos pasa de hombre libre a esclavo de sus pasiones, me recordó tanto a la serie de libros del “Príncipe de Nada”, como a la relación entre Ramsay Nieve y Theon Greyjoy. O la idea de que la exposición a las manifestaciones de lo sagrado causa muerte y/o locura, hoy racionalizado al considerarlas restos de meteoritos radioactivos, igual que en “Los idus de enero” de Javier Negrete.

Por todo esto: por su prosa florida y exótica; por el tono sugestivo y envolvente con que describe lo mismo el bárbaro esplendor de rituales religiosos que las maniobras de ejércitos multitudinarios; por la maestría con que desnuda la naturaleza depredadora de una humanidad carente de las restricciones morales estoicas y socráticas; os recomiendo sin reparos la lectura de esta “Salambó”. En especial si disfrutasteis del Conan de J. Milius o del juego de tronos de G. R. R. Martin 

Esto es todo por hoy. Me despido con el “Último de la Fila” y sus "Aviones Plateados":


 

“Y tú siempre has dicho que soy un alma del averno.

Tendré que darte la razón, quizá sea cierto.

Siempre sueño con tener lo que no tengo.

Y ahora que ya no estás aquí me voy consumiendo.”


Nos leemos. 

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