(Píldoras Literarias) "Los idus de enero" de Javier Negrete.

 

        Hola a todos un día más.

Hoy voy a hablaros de mi última lectura: “Los idus de enero” de Javier Negrete. Haciendo memoria, me ha sorprendido lo poco que he leído de este hombre. Tan sólo he disfrutado de otras dos de sus otras.

Por un lado, de “Señores del Olimpo”, novela en la que desarrolla el mito de la “Gigantomaquia”, aborda el tema de la oposición entre Gea, la naturaleza, y Cronos, la civilización, vinculando todo ello a la crisis del 1.200 a.C. y a la erupción de Santorini.

Y por otro, de “Salamina”, en la que se centra en la figura del ateniense Temístocles y su papel en la defensa de Grecia frente al Imperio Persa. Otro de esos “héroes hegelianos” por los que tengo marcada debilidad. Tengo que leer su otra novela dedicada a las Guerras Médicas: “El Espartano”.

Pero me desvío, que raro ¿Verdad?. Esta entrada está dedicada a “Los idus de enero”. Novela río de larga extensión, 980 páginas, que tras una inicio “in media res” ambientado en el saqueo del santuario de Delfos por los galos de Brenno, nos narra la infancia de su antihéroe, Stigmata, para después centrarse en la tumultuosa jornada que da título a la obra y puso fin a la etapa reformista de los hermanos Graco en la Roma republicana.

Si la trilogía de Escipión de Santiago Posteguillo nos presentaba a una Roma de mármol y águilas, Javier Negrete nos pinta un paisaje de buitres y barro. Cual Jano bifronte, veremos de una parte al menor de los Graco, al escritor Artemidoro de Éfeso y a Gayo Mario encarnar la fútil resistencia de la una, y por el otro al cónsul Opimio, a Cepión y al hampón Septimuleyo representar el auge de su cara menos amable. Y en medio de todos ellos tenemos al antihéroe que ejerce de bisagra entre ambos mundos: Stigmata el gladiador.

A través de las páginas de esta novela visitaremos el lado más oscuro de una Roma borracha de poder. No en vano se cita por dos veces a los atenienses en Melos según Tucídides:


«En los asuntos humanos, la justicia y el derecho intervienen cuando existe igualdad de fuerzas. Si no, es el fuerte quien decide qué es lo posible y el débil el que lo acepta».


Lejos está de calar la moral estoica entre las élites sociales de la dueña del mundo. Aunque ya ha llegado a ellos parte de la filosofía helena, todavía no es más que un accesorio superficial y exótico del que presumir en banquetes y actos sociales.


Esta novela parece escrita casi, solo casi, pensando en su adaptación audiovisual. La estructura se siente similar a la serie “24 horas”. Seguimos las idas y venidas de Graco, Artemidoro, Cepión, Mario y Stigmata por una ciudad convulsa en la que bullen conjuras y ambiciones contrapuestas. Pero sobre todo sigue los pasos del huérfano Lucio Pitico Stigmata, el “hombre de las (muchas) cicatrices”, “un león entre hienas (chacales)”, de melena negra y destino señalado por los dioses… Hay momentos, cuando contrapone al gladiador con el resto de integrantes de los infernales lavernos, en que la prosa de Negrete roza lo howardiano. No obstante, hay un “momento Riddick” cuando la pequeña Sierpe dice aquello de “—Quiero tener unas cicatrices (ojos) como las tuyas.” Que me hizo visualizar a su protagonista como a Vin Diesel caracterizado de Kratos en el primer “God of War” (esto último por lo de combatir con un arma en cada mano, supongo).

En cuanto al estilo, no recuerdo que en sus otras obras me tropezase con tantos cultismos en la parte del narrador. Lo cual incrementa el contraste entre el cómo lo cuenta, del qué cuenta. También considero que la crueldad y la violencia (física y sexual) que describe Negrete en esta novela son más propias de novela negra, que de grimdark. Pienso que está al nivel de producciones tipo HBO, o incluso lo supera.


Lucio Voreno y Tito Pullo, las dos caras de "Roma". Fabulosa e imprescindible teleserie.

Así mismo, como es de esperar, se cita con frecuencia la cultura clásica. Es más, considero que se utiliza de manera sútil para clasificar a los personajes en positivos o negativos. Están aquellos que la citan correctamente, que han tenido acceso a ella, aunque por nacimiento o posición no estuviera a su alcance con facilidad. Y luego están quienes, pese a haberla tenido a su alcance, no la prestaron atención y la citan de forma inexacta, o directamente la ignoran.

Lo que más me ha gustado de esta obra es cómo logra integrar el sucio realismo de una Roma a lo Indro Montanelli (historiador italiano que ofrece una visión despojada de épica o veneración del pasado), con el toque y escenarios sobrenaturales con que adorna algunas de sus obras Valerio M. Manfredi. Un delicado trabajo de alquimia el que aquí lleva a cabo con éxito Javier Negrete.

Lo que sí que me sacaba un tanto de la historia, eran los avances de la futura invasión de los cimbrios, y de alguna que otra cosa más que no os quiero destripar. Espero que el autor esté ahora inmerso en un segundo libro que cumpla con las expectativas sembradas en este volumen.

Y por mi parte, así termina este particular “mayo romano”. Han quedado fuera clásicos como “Quo vadis”, una rara avis como el “Juliano” de Gore Vidal, y la serie “Herederos de Roma” ambientada en tiempos de Justiniano y Belisario, escrita por Sergio Alejo Gómez. Pero me han parecido suficientes togas y sandalias por una temporada.

Os dejo con los Beast in Black y su “Die by the Blade”:



Nos leemos.


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