(Píldoras Literarias) La serie de Quinto Licinio Cato de Simon Scarrow.

 Hola a todos.

Continúo con las entradas sobre novelas históricas ambientadas en la Antigua Roma.

Hoy le toca a Simon Scarrow y a sus legionarios Macro y Cato. De este autor he leído las quince primeras novelas dedicadas a este par de personajes y otra dedicada al asedio de Malta por los turcos. Es un autor prolífico que milita en la misma categoría que Lindsey Davis o Bernard Cornwell. En España lo edita Edhasa, igual que a ellos. Sello de calidad. Ya sabéis: tapa dura con camisa, cuidada traducción y corrección.

Ya os podéis imaginar que los leí gracias a la biblioteca pública Gabino Teira de Torrelavega.

En este caso, la historia nos presenta a Quinto Licinio Cato, un liberto imperial de tiempos del emperador Claudio a quien liberan por petición de su padre. Merced que se le concede a cambio de servir en las legiones.

Se trata pues del habitual personaje que se ve súbitamente arrojado a un entorno desconocido e incluso hostil a través de cuyos ojos se nos describe. Lo que ahora se ha llevado al extremo con la fórmula de los “isekai”, pero que no deja de ser un recurso explotado desde mucho antes: mi tocayo Ismael en “Moby Dick” es un buen ejemplo. Lo mismo que “Un yanqui en la corte del rey Arturo” de Mark Twain.

De todos modos, la elección del joven urbanita y culto Cato nos da una pista clara del público al que están dirigidos estos primeros libros: jóvenes con estudios superiores aficionados a la historia, ya sea militar o más amplia. 

Esta impresión se confirma en el desarrollo de la serie. La primera novela nos introduce en la vida cotidiana de una legión romana: su organigrama, mandos, funciones, castigos… Al joven Cato, recomendado por palacio a un puesto para el que no está cualificado, le ponen bajo el mando/cuidado del duro y experimentado centurión Macro. Hay que mantener vivo al novato que les han empotrado en la unidad hasta que en Roma se olviden de él. La vida previa a las legiones de Macro no puede ser más distinta a la de Cato. Criado en las calles de Roma como un pilluelo más, el centurión carece de la privilegiada educación de su protegido. A él le tocará curtir al muchacho; y con el tiempo, las habilidades de uno y otro se complementarán formando una dupla de agentes al servicio de Roma… y del poderoso Narciso. 

Narciso, hombre de confianza del emperador Claudio, y amigo del difunto padre de Cato, será uno de los pocos personajes recurrentes a lo largo de la serie. Otro será el hedonista, venal y ambicioso Vitelio. 

De novela en novela, la pareja protagonista recorre toda la geografía del Imperio Romano. En ocasiones viviremos junto a ellos campañas militares libres de intrigas políticas. “Guerras honradas, con el enemigo delante y pudiendo confiar en que los chicos de atrás me cubran las espaldas.” Viene a decir Macro en alguna ocasión. Mientras que en otras, será la larga mano de Narciso la que envíe al peligro a nuestros protagonistas en misiones que requieren tanto discreción, como fuerza y valentía.

Sí, como estáis viendo se trata de una ambientación marcial y masculina. Hasta la revuelta de esclavos de Creta no sé materializa un interés amoroso para Cato. Los legionarios tenían prohibido formar familia (algo que no siempre se cumplía) y el frecuente cambio de destino de estos dos no ayuda ni mucho menos a estrechar relaciones.

En esto último considero que los libros de Lindsey Davis (Marco Didio Falco) y Bernard Cornwell (Uhtred de Bebbanburg) aventajan a la serie de Macro y Cato. Ambos autores tejen toda una red de relaciones y personajes secundarios en torno a sus protagonistas que dan pie a momentos emotivos y memorables. Es más, con el tiempo, la educación y creciente experiencia de Cato le permiten superar en rango a Macro, lo que añade una sensación de mayor soledad para el ahora prefecto.

No es que a lo largo de los quince libros que he leído de esta longeva serie no haya más personajes que destaquen entre sus páginas, como el médico cartaginés, la madre de Macro (y cómo afectaba a la conducta de su hijo), la agente de Vitelio, o el padre de Macro (en infantería de marina “¡Esos no son verdaderos legionarios!” Protestaba el centurión). Pero lo dicho, con el trasiego de idas y venidas, unos y otros se pierden de vista.

Mención especial merecen las interacciones “a lo Forrest Gump” con personajes históricos relevantes. Como ese primer encuentro con Boadicea y las buenas migas que hizo con Macro. ¡Menuda pareja habría sido! En una ucronía, con el centurión a su lado, dudo mucho que su rebelión hubiera sido derrotada. O con la anciana madre de cierto carpintero crucificado en Judea. O el papel que le atribuye Scarrow a Cato en el famoso discurso de Carataco en Roma.

Esto no significa que los personajes protagonistas permanezcan inmutables, tal que conservados en ámbar, ni mucho menos. El centurión Macro irá pasando de renuente protector del desgarbado Cato, a leal camarada de armas cuando ambos sean centuriones, a mentor orgulloso de los éxitos de su protegido después, hasta convertirse en una suerte de figura paterna preocupada por las sombras que amenazan con ahogar el idealismo inicial de Cato. Pues el joven Cato, conforme acumula experiencia, sinsabores y responsabilidades, aunque no deje de creer que debería haber otras formas de hacer las cosas, igual que el metal en la fragua, golpe tras golpe, se va adaptando a su papel de espada del imperio. 

Este proceso se hace evidente en “Invictus”. Hay una revuelta de esclavos en las minas de Hispania y Cato ha de reprimirla con un contingente escaso de tropas. Si antes Cato era un soldado poco entusiasta, aquí pierde el poco gusto por la violencia que pudiera tener. He de decir, que esta novela destaca por lo deliberadamente impreciso que resulta el autor en su localización. Ahora comprendo que lo hizo adrede para maximizar el impacto de la escena final. Puede que para alguien poco versado en la Hispania romana funcione mejor que conmigo. De hecho, me gustó más su “equivalente” de Lindsey Davis: “Una Conjura en Hispania” sobre especuladores con el precio del aceite de oliva…

Parecido ocurre con “Gladiador” y la revuelta de esclavos en Creta. Solo que en este caso agradezco el tono de cine clásico que le confiere. Un poco al estilo “55 días en Pekín”. Arrastrados por las circunstancias, las barreras sociales que separan a Cato de cierta joven de familia senatorial se debilitan y un atisbo de alegría y esperanza asoma al futuro de nuestro protagonista.

Por supuesto, no todo son victorias en el palmarés de nuestros amigos legionarios. También tenemos sonoros fracasos debido a nobles romanos con más ambición que capacidad, como el intento de tomar la isla de los druidas avanzada la estación que lleva a una desesperada retirada que evoca a la “Anábasis” de Jenofonte o a la cadena de perros de Malaz. Incluso experimentan una terrible “decimatio”.

No obstante el valor de la serie, no está libre de altibajos. A la ya mencionada “Invictus” debo añadir “Los Cuervos Sangrientos”. Una suerte de homenaje a “El Corazón de Tinieblas” de J. Conrad: Un oficial de caballería auxiliar de origen sármata ha tomado el control de un contingente fronterizo en Britania y desencadena una campaña de terror y tierra quemada propia de todo un antepasado de Vlad Tepes. No es que esté mal escrito, pero se le ven demasiado los andamios. 

Llegado un cierto punto de la colección parece que el autor está rellenando años en la hoja de servicio de Cato antes de abordar el reinado de Nerón (que empieza justo donde lo dejé) y todo lo que viene después. De esta etapa encuentro destacable “Pretoriano”. Novela que empecé con reparos y que luego me gustó muchísimo. En la línea de la mejor Lindsey Davis, con los protagonistas en Roma operando de incógnito para Narciso dentro de la guardia personal del emperador Claudio.

Y ya, resumiendo para despedirme, esta es una serie que encantará a los aficionados a la historia militar y las novelas clásicas de aventuras (entre los que me encuentro). En ella no encontraréis concesiones a lo fantástico como en algunas obras de Manfredi, o en la Julia de Posteguillo, algo que, aunque a mí no me disgusta, entiendo que a otros lectores si, ni discursos adelantados en exceso a la mentalidad de la época como ocurre en otros escritores de novela histórica. Tampoco el romance tiene peso en estos libros. Acción, aventura, camaradería y amistad al estilo clásico, eso sí que lo vais a encontrar aquí. Y en cantidad.

Os dejo en compañía de los italianos “White Skull” y su “Greedy Rome”:


Nos leemos.


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