(Spoiler Alert) Sangre Bárbara.
Reseña que tenía pendiente. Además me parece imposible hablar del un álbum sin comentar un poco otros también.
Esta reseña lleva un tiempo ya rondando por mi cabeza. ¿El motivo? Pues que necesitaba asimilar primero las sensaciones contrarias que suscitó su lectura.
Empecemos, Sangre Bárbara de El Torres (guión), Joe Bocardo (dibujo) y Manoli Martínez (color) nos sitúa al joven hijo de Conan en la frontera picta ganándose el respeto y la lealtad de sus tropas, al tiempo que pugna por reafirmar su propia identidad y salir de la sombra de su padre.
Entre tanto, el Rey Conan está defendiendo Aquilonia de la enésima invasión nemedia. Y el peso de tantos años de cargar con las responsabilidades y sinsabores que supone gobernar su reino hacen mella en él.
Desde este punto de partida, los autores nos narran dos historias que convergen al final del álbum. En ellas contraponen dos visiones de la vida opuestas: la del rey bárbaro y la del civilizado príncipe.
Por un lado, tenemos un relato crepuscular, el del héroe cansado que busca un retiro que se le niega una y otra vez. Un "Oldman Logan" hiborio que me hizo recordar la película "Raíces Profundas" (peliculón que me impactó en su día).
Y por el otro, tenemos al joven educado, racional, frío y disciplinado príncipe enfrentándose a la hija de Jheebal-Shag. La cual, siguiendo los pasos de su padre y haciendo uso de poderes olvidados, está azuzando a las tribus pictas contra los invasores civilizados otra vez.
Aquí empiezan las sensaciones conflictivas.
Cuando leo los relatos de Howard, a Aquilonia y el Río Trueno los cubro con los ropajes de Roma y sus fronteras en los ríos Rhin y Danubio. Más aún después de leer los relatos de Bran Mac Morn y sus pictos luchando contra los invasores romanos.
Ya desde la adaptación de "Más allá del río Negro" de R. Thomas, J. Buscema y T. de Zúñiga me chocan esos pictos tan adaptados al imaginario del lector anglosajón norteamericano. Pero lo acepto. Es una historia de frontera que evoca muchos episodios históricos recientes (digamos del siglo XIX), aún frescos en su imaginario colectivo. Es lo que a su público inmediato podía despertar interés, y marcó la pauta a seguir en siguientes adaptaciones.
Pero aquí las familiares vestiduras comienzan a encubrir conceptos y sensibilidades propias de nuestro tiempo.
Por un lado tenemos a la versión nubia de Palanthides que se nos ofrece. Mirar con el pasado vagabundo y mercenario de Conan, que ascienda en los Dragones Negros a no aquilonios me parece perfecto. Pero ya puestos, ponerle un nombre acorde al nuevo diseño del personaje me parece mucho mejor.
Y por otro tenemos a la hija de Jheebal-Shag y su trato al capturado Conan II. Que casa perfectamente con lo escrito por Howard en su relato de Bran Mac Morn y Atlas: "Los Gusanos de la Tierra". El Rey y la Bruja. El poder de la sangre de los reyes. "Los Reyes Taumaturgos" que estudió Marc Bloch. Que a su vez evoca la concepción del Mordred artúrico, antecedente de su homónimo en "La Torre Oscura" de Stephen King (también hablé de ello aquí) y que tal vez reverbera hasta llegar a Stannis, Melisandre y el asesinato de Renly. (De la influencia de Howard en Martín ya escribí aquí).
Los pictos exponen sus argumentos (y ya sabemos que terminarán por arrasar Aquilonia varias generaciones después). Y las medidas tomadas por el joven príncipe nos muestran sin tapujos que los civilizados tampoco son unos mirlos blancos. No es un relato clásico en el que te resulte sencillo decidir quién tiene razón.
Los unos buscan preservar el entorno boscoso del que se nutren. Los otros convertirlo en praderas que cultivar. Es un choque de trenes del que solo un modelo de sociedad puede salir victoriosa. Como curiosidad, aquí serían los llamados primitivos los que aplican fuego a los autoproclamados desarrollados.
Y el luego tenemos el reencuentro padre e hijo. Tenso y violento choque generacional que me parece muy bien tratado y narrado a lo largo de todo el volumen, pero cuya conclusión no me casa, ni con el material original del tejano (con lo que he leído sobre su relación con su padre, raro sería), ni con lo que leído después. Ya que en esta obra, el fatalismo plasmado por Howard en "Más allá…" se sustituye por la fe en la civilización de su hijo.
Esto pienso que se acerca mucho más al espíritu hiborio. Excelente episodio, por cierto. Poe y Howard se dan la mano aquí. El resto de la serie como queráis, pero éste de la segunda temporada es de obligado visionado.
Por eso, su lectura me ha dejado un cúmulo de sensaciones contradictorias. Es Conan. Es la Era Hiboria. La historia, el ritmo, la estructura, la psicología de los personajes y su interacción entre ellos me gustan, mucho además. El trabajo es bueno. Pero la reinterpretación en base a la sensibilidad actual me descoloca un poco.
Comprendo la razón de la estética elegida. Pero nunca me ha gustado ese deliberado feísmo. Además, es imposible no compararlo con el monumental trabajo de Buscema y de Zúñiga en "Más allá…"
Por todo esto, echo en falta más detalles en fondos y viñetas. La aridez y desolación del paisaje cimmerio no se corresponde con mi Cimmeria imaginada, más feraz y boscosa. También es verdad, que, al divergir tanto los escenarios en que se desenvuelven padre e hijo, ayuda a situarse enseguida mentalmente en qué parte de la historia estás, por lo que bien puede ser una decisión tomada a conciencia por los autores. Si es así, enhorabuena, funciona muy bien.
Resumiendo:
Una visión actual, diferente y muy bien pensada que nos ofrece un acercamiento a momentos y facetas de un personaje clásico y su entorno como no recuerdo que se hiciera desde el "Conan de las Islas" de Roy Thomas y Jhon Buscema. Pero claro, admito haber leído poquito de la etapa Dark Horse.
Lo que más me ha gustado:
La estructura del guión, el ritmo narrativo y el trabajo en la psicología de los personajes principales.
Lo que menos me ha gustado:
El acabado elegido para el dibujo. Los lápices bajo él se intuyen buenos, pero no soy fan de esa estética final.
Esto es casi todo por hoy. Os dejo con "Run to the Hills" de los Iron Maiden, que creo que viene como anillo al dedo para ilustrar parte de las reflexiones que he compartido aquí con vosotros.
Pensamientos finales. Si habéis llegado hasta aquí: béndita sea vuestra paciencia. Os merecéis una gominola, o mejor dos.
En la naturaleza observamos dos estrategias evolutivas que se pueden oponer o complementar. Algunos organismos se adaptan al medio, mientras que otros lo transforman. Lo mismo podemos ver en las culturas humanas. Así, mientras los cazadores recolectores optan por la una, agricultores y ganaderos escogen la otra.
Tal vez sean los relatos de Prometeo y Pandora, al igual que la expulsión del paraíso de Adán y Eva, resultado del eco dejado por ese cambio trascendental que supuso la revolución neolítica y cuya consecuencia no es otra que la sociedad industrializada en que vivimos hoy.
En algunos estudios se observa que los primeros agricultores neolíticos no lo tuvieron fácil. En el plano físico, sus restos óseos evidencian un descenso en la altura media de los individuos y las marcas propias de los daños por desnutrición. En lo social, los excedentes de la cosecha (cuando los había) los guardaban bajo las viviendas, junto a las tumbas de sus familiares difuntos. Así aunaban al delito del robo, el tabú de perturbar el descanso de los muertos. Nada que ver con la vida comunitaria que se acepta para las comunidades de cazadores recolectores nómadas o seminómadas precedentes.
Gracias por estar al otro lado.
Nos leemos.
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