(Ital el JDRHM) Criaturas y Leyendas 10: De tracos, seros y vagas. Parte nueve.
"Los tíos, primos y abuelos de Charles celebraron alborozados su regreso. Las noticias de bandidos y desórdenes, así como los rumores de guerra, habían llegado a sus oídos. El miedo, igual que las enfermedades, viajaba veloz por las nuevas calzadas.
Los niños pequeños, contagiados por la repentina alegría de sus mayores corrieron para saludar a Sebas y jugar con Duende. Al contrario que en otras ocasiones, el vagas no les traía de la capital esas bolitas dulces envueltas en papeles brillantes que tanto les gustaban. Tantas cosas ocurrieron en aquel viaje que se le olvidó. Sin embargo, con la sorpresa que se llevaron al ver a los otros dos medianos ni se acordaron de pedir los caramelos.
—¡Tenemos otros dos hermanitos! —exclamó dando palmas Claire, la más pequeña de la familia.
—¡A ver! ¡A ver! —levantó la voz su padre— ¡Hay que vaciar el carro! ¡Charles, lleva a los animales a la cuadra! ¡Que abreven y descansen! ¡Adele, ayuda a Sebas a acomodar a sus invitados!
Había quedado una tarde soleada. El aire olía a hierba y a tierra húmeda. Los niños jugaban a perseguir a Duende y Nin a perseguir a los pequeños. Estos, cuando se cansaban de huir, invertían los papeles y corrían tras el vagas. Entre tanto, los mayores llevaban a término las labores más urgentes.
Flo acompañó a Sebas al cobertizo que con los años había convertido en su hogar. Apilada contra la pared reposaba la leña acumulada para los meses de invierno. Junto a la puerta tenía una pileta para lavar la ropa sin tener que ir al río. Con ayuda de Charles, le había abierto dos ventanas, sin cristales, allí era un lujo al alcance de pocos, pero con sólidas contraventanas de madera. Además, por dentro había rebajado el suelo de tierra y colocado piedras todo a su alrededor, de manera que se mantuviera fresco en verano y conservase el calor en invierno. Con bloques de arenisca se había procurado un hogar en el que cocinar . Aislados del suelo tenía un armario para sus cosas y un arcón para la comida. El uno elevado sobre unas lajas de piedra y el otro semi enterrado y forrado por el mismo tipo de material pétreo. Era un hogar humilde, como tantos otros esparcidos por la región. Más que suficiente para las necesidades del mediano.
—Le falta un toque hogareño —comentó Flo, pensativa.
—No te muerdas la lengua —se rio Adele al tiempo que apartaba un molesto mechón rubio que le caía sobre los ojos—. Es la cueva de un solterón.
—¡Pues a mí me gusta! —las interrumpió Nin que acababa de llegar con Duende jadeando tras él y entró delante suyo sin esperar a ser invitado— ¡Huele a seco y a tierra! ¡Tal y cómo debe ser!
Flo y Adele intercambiaron una mirada de complicidad. Ambas tenían sobrada experiencia tratando con sus hermanos. Ya sabían que era poco menos que inútil insistir.
—¡Pues si no quieres dormir en el suelo ayúdanos a traer un par de jergones de paja! —subió la voz la muchacha antes de darle un codazo a Flo y susurrarle al oído — No te preocupes, tengo un par de saquitos de lavanda, si eso no basta ya buscaremos algo más fuerte.
—Unas macetas ayudarían también… —propuso la vagas dubitativa. Ignoraba qué flores de la región podía plantar en esa época del año.
Al oírla hacer planes, Sebas se regocijó. También le pareció buena idea dejar a los hermanos a cargo de Adele. Así conocerían el lugar mientras él preparaba la cena para todos. Cuando el trío regresó cargado con lechos y mantas, el agua que él sacase del pozo familiar borboteaba en la hoya. Patatas, zanahorias, huevos duros, chorizo y pimentón flotaban en ella. El vagas removía el guiso con un cucharón de madera, vigilando que el caldo se espesara sin pegarse.
—¡Huele bien! —exclamó Nin en cuanto soltó el brazado de mantas en un rincón.
Su hermana se puso al lado de Sebas y contempló el guiso con ojo crítico. Todos acusaban hambre y cansancio por el viaje. Se oyó un indecoroso rugir de tripas y Flo se sonrojó
—Parece apetitoso —dijo disculpándose.
—He puesto alubias a remojo para juntarlas mañana con lo que quede.
—¿Y de veras crees que va a quedar algo, Carapatata? —bromeó Nin dándole una palmadita en el hombro— ¡Tú ya no te acuerdas de lo que somos capaces de comer tres medianos hambrientos!
Sin poder remediarlo, los demás se echaron a reír ante la observación del vagas. Una vez comprobado que disponían de todo lo necesario, Adele se despidió. Empezaba a oscurecer y afuera refrescaba. Al cabo de un rato, Sebas repartió unas escudillas y cucharas de madera. Colocaron un banco y un taburete junto al arcón que usaron de mesa.
—Casi siempre como afuera y no tengo visitas —se excusó por lo parco del mobiliario mientras les servía la comida.
—Mientras tenga un plato caliente con que llenar el estómago no me oirás quejarme —le quitó Nin hierro al asunto.
Entre los tres dieron buena cuenta del guiso, y de una buena hogaza de pan, en lo que Duende se relamía el morro esperando su calderada y retozaba por entre sus pies mendigando bocados a los reunidos en torno al puchero. El perrito ponía todo su empeño en tal menester. Tan pronto gemía lastimero a la Vera de Nin, como lamía las pantorrillas de Flo, que posaba la cabeza sobre el muslo de Sebas y lo miraba implorante. Y así, con unas mañas u otras, de todos sacaba algún currusco untado en el potaje compartido.
Terminada la pitanza, Nin se ofreció para traer agua del pozo para que lavar los cacharros. Entre tanto, Sebas y Flo devolvieron el banco y el taburete a sus esquinas. El anfitrión estiró una estera de mimbre junto al fuego del hogar y encima dispusieron jergones y mantas. Duende no tardó en tumbarse a los pies de uno de ellos. Reconocía el olor de su amo en él. Estaba en casa, bien acompañado, tenía su hueso favorito entre los dientes y movía el rabo feliz.
Una vez acostados al calor de las brasas, Nin aprovechó para preguntarle a Sebas qué sabía sobre las gentes y caminos del oeste. Era su propósito seguir viaje hasta la costera Enquiol, la ciudad de Namcor, el nuevo foco de la civilización celebtir en el continente. Este le contó que una alta cordillera, el Espinazo Dorado la llamaban, pues se decía que ocultaba oro en sus entrañas, separaba al reino de los tres soles de las tierras colonizadas por los celebtir malvaneses al oeste de Itnor.
—Las montañas son peligrosas —susurró el primero de los vagas—. En pueblos colgados de los desfiladeros habitan salvajes montañeses que no reconocen otra autoridad que la suya. Y bajo ellas pululan monstruosos trolls y sus trasgos esclavos, siempre en liza con los puestos mineros de los enanos. Restos todos ellos de una guerra antigua y terrible que en ocasiones aflora a la superficie.
—¡Tú me quieres asustar!
—No lo niego —admitió revolviéndose bajo la manta para mirarle a los ojos—. Pero antes incluso de llegar al Espinazo Dorado tienes que cruzar los bosques de Auxerr. Osos hambrientos los rondan bajo la luna roja. Pronto hibernarán en sus cuevas, pero antes de eso devoran cuánto les sale al paso. Además, una vez que empiece el invierno, serán las manadas de lobos famélicos las que bajen de las montañas amparados por la oscuridad de la luna negra.
—¿Y la gente grande no hace nada?
—Los pastores bajan al llano con su ganado —explicó Sebas con paciencia volviéndose boca arriba para entrelazar las manos sobre el pecho—, y los leñadores se apresuran para llenar las leñeras antes de que los osos caigan bajo el influjo de la luna roja y entren en su frenesí devorador. En cuanto a los hombres de armas del conde y de sus barones, ellos se retiran de bosques y caminos para concentrarse en proteger pueblos y granjas. No será hasta que se retiren las nieves que patrullen de nuevo por los montes.
—Suena peligroso —dijo Flo con un hilo de voz.
—¡Suena aburrido! —resopló su hermano.
—No te creas —siguió Sebas—. Hay animales que atender, aperos de labranza que reparar, goteras que tapar…
—¡Aburrido! —insistió el vagas en tono quejumbroso al tiempo que levantaba un brazo imitando los últimos estertores de un moribundo— ¡Aburrido!
—¡Pero qué teatrero puedes ser! —se reía su hermana— En casa hacías lo mismo.
—Si tanto te divierte —replicó jocoso—, esto también lo hacía en casa…
Y entonces se oyó una sonora ventosidad. Inmediatamente le siguió el consabido mal olor y las risotadas de Nin al ver a su hermana dirigirse a la salida. Duende, que se le había adelantado, ya estaba rascando la puerta con sus patas.
—¡Y qué guarro! —lo riñó tapándose la nariz.
Sebas la acompañó afuera conteniendo las risas. En su familia, el travieso era él. Poco imaginaba que un día le iba a tocar convivir con una versión todavía más gamberra de sí mismo.
Una vez fuera, ambos respiraron profundamente. La lluvia había parado y el aire olía a tierra húmeda y a hierba mojada. Despejados del todo, la pareja dio un pequeño paseo.
—No todo aquí es peligroso o aburrido —rompió Sebas el silencio con la mirada fija en los ojos del color avellana de ella—. También hay magia y rincones maravillosos en el bosque…
—No hace falta ir al bosque para encontrar magia —lo interrumpió ella tomándolo del brazo y devolviéndole la mirada soñadora.
Sebas sintió un nudo deshacerse en sus entrañas. Una emoción cálida le subió del estómago al pecho en respuesta al suave roce con Flo. La muchacha se humedeció los labios y, sin pensar en lo que hacía, él la besó.
Justo en ese momento se asomó Nin preocupado por su tardanza y los vio.
—¡Eso sí que es asqueroso! —se burló a voz en grito de la joven pareja.
Ninguno contestó. En cambio, a la luz de las temblorosas estrellas, ella enterró su cabeza rizosa en el pecho de Sebas mordiéndose el labio sonrojada y él la abrazó con toda su alma besándola el pelo con ternura."
Y hasta aquí podemos leer. Os dejo con Volbeat y su versión de "I only wanna be with you":
Nos leemos.
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