(Píldoras Literarias) 1.177 a.C. El año en que la civilización se derrumbó.
Hola a todos un día más.
Hoy comparto con vosotros mis impresiones sobre la monografía sobre el colapso de las sociedades de la edad del Bronce final "1.177 a.C. El año en que la civilización se derrumbó".
Los que me leéis a menudo ya sabéis que siento especial predilección por las denominadas “eras oscuras”: las primeras invasiones, las segundas invasiones… y la madre de todas ellas: la crisis del 1.200 a. C. De manera que no os sorprenderá descubrir que haya leído este libro, que no es literatura, sino Historia con mayúsculas.
Historia de la de antes, apoyada en registros arqueológicos de todo tipo: urbanos, funerarios y submarinos, en fuentes epigráficas y monumentales y en la correspondencia diplomática y los archivos comerciales. Todo materiales medidos, registrados y comprobables. En base a los cuales, el autor con prolija meticulosidad y paciencia didáctica nos va desgranando región por región las pruebas del esplendor e interconexión de las culturas del Mediterráneo oriental desde su apogeo en el 1.450 a. C. hasta su derrumbe en torno al 1.200 a. C.
En su presentación de los hechos, con una exactitud forense, el autor hace especial hincapié en los aspectos políticos y comerciales. Los episodios bélicos sobrevuelan la narración, es inevitable, pero son las pruebas físicas y sus consecuencias las que importan al autor, no sus motivaciones o las mentalidades que pretenden justificarlos.
No encontraréis en esta monografía el enfoque propio del estudio antropológico o cultural. Cada vez que se menciona las conflictivas relaciones entre hititas y micénicos, con una petición de bloqueo de sus importaciones de mineral incluidas, la sombra de Troya sobrevuela el escenario. Lo mismo que cuando el foco de atención pasa a Canaan ecos bíblicos resuenan en la mente del lector. Pero el autor resiste todos estos cantos de sirena y se centra en las evidencias materiales de que dispone. Incluso cuando presenta las teorías con las que se ha intentado explicar el colapso global de toda la región nos advierte de que cada época ha abordado este objeto de estudio desde las inquietudes propias de su momento histórico. Dejando al criterio del lector seguir sus propias intuiciones.
Y a mí, como tejedor de historias, me parece maravilloso que haga así. Ante mí se desplegaba toda una pizarra de posibles escenarios, de acciones y consecuencias. Cada vez que se mencionaba la correspondencia: “son tus barcos los que atacan a los míos”; mi cabeza volaba. La línea que separa al corso del pirata, o al mercenario del bandido, es tan fina…
Además, tal vez, sólo tal vez, los estudiosos que han dedicado sus esfuerzos a desentrañar lo ocurrido tengan todos razón y estén todos equivocados. Me explico, tal vez estén cada uno en lo cierto para el caso concreto del yacimiento y el área de influencia de la cultura que trabajaron, y el error consista en querer extrapolar dichos resultados para un escenario global.
Es una idea que me asalta cada vez que el autor comenta que unas civilizaciones resistieron, mientras que otras no, y menciona el caso de Ugarit. Dicho reino, sito en Siria, parece ser que fungió de nexo comercial entre todos los demás, prosperó como ninguno y desapareció para siempre… Mi interpretación es que en un contexto de paz y expansión económica se especializó (igual que después hicieron otros enclaves como Samarcanda o Petra) y cuando la pax se quebró, la demanda de las élites ya no fue suficiente para mantener toda la infraestructura palaciega estatal consagrada a dicho fin, que se mantuvo hasta su violenta destrucción para no reconstruirse. ¿Y por qué se abandonó tras aquello, así sin más? Mi suposición es que la mayoría de la población consideró que sus esfuerzos no se verían recompensados.
Pero esto se queda en conjeturas, no hay pruebas palpables. Lo que sí tenemos en Amarna, donde a los restos de los lujos de las élites encontrados y sus registros oficiales se contraponen las pruebas de desnutrición entre los restos funerarios de gran parte de la población. O la huida de los ámbitos urbanos acaecida en el Bajo Imperio Romano en tiempos de las medidas de Diocleciano. Aquellas que obligaban a los hijos a heredar los cargos y oficios de sus padres pese a que ya no eran rentables. Algo que nos resulta familiar tras el movido inicio de este siglo XXI nuestro: que sí crisis, que sí contracción económica, que sí gran renuncia, que si renuncia silenciosa, que sí contracción económica, que si socializar pérdidas y privatizar ganancias… las inquietudes particulares de cada época de las que, con buen criterio, nos advertía el autor, supongo.
Otro punto a considerar es la periferia de la periferia. Me explico. A lo largo de la obra se nos presenta a la civilización micénica como el fin de la red comercial, sin embargo, tenemos noticias de una serie de asentamientos fortificados en los Cárpatos que se estima fueron abandonados en torno al 1.200 a. C.
Vale, supongamos que el bloqueo comercial exigido por los hititas para ahogar a la Grecia continental tuviera éxito. Ahora planteemos la posibilidad de que la red de intercambios comerciales y de regalos entre las élites micénicas y sus vecinos del norte se resintiera. ¿Podría desencadenar una reacción similar a la ocurrida siglos más tarde en la Galia tras la expulsión de los griegos por los cartagineses de esa parte del Mediterráneo?
Galo Moribundo copia romana en mármol del hoy perdido original griego. |
Otro enfoque posible es el que se nos ofrece desde la oposición de las mentalidades de los civilizados miembros de las pujantes estructuras estatales centro del estudio, para los cuales la vía del éxito social pasaba por la vía del sacerdote, del escriba, del comerciante y el artesano especializado (en el libro nos mencionan la existencia de grupos itinerantes de constructores al servicio de las élites gobernantes) y la de las jefaturas de la periferia en las que cristalizó una aristocracia guerrera que primaba una serie valores y aspiraciones que no podían alcanzar en un escenario de paz duradera.
Así, mientras la demanda de guerreros profesionales de las sociedades estatales, cuyos habitantes no cubrían al percibir otras carreras como más exitosas, fue capaz de absorber el excedente de guerreros mercenarios producido por sus vecinos el status quo se mantuvo. Pero una vez que se consolidaron las áreas de influencia y los tratados entre las principales potencias es fácil imaginar que muchos quedasen sin soldada y optaran por continuar con su modo de vida al margen de la ley. ¿Eran las torres costeras de Chipre defensivas o bases de piratas? Tal vez se las diese ambos usos en distintos momentos.
De ahí que haya historiadores que defiendan que los pueblos del mar ya llevaban tiempo viviendo en esa parte del Mediterráneo antes de convertirse en un agente desestabilizador. Tal vez hubo un “Lindisfarne” que provocó un efecto llamada de más guerreros buscando riquezas mal defendidas…
Como veis las posibilidades que este período histórico nos ofrece son múltiples. Ha sido en definitiva una lectura que me ha hecho rememorar los días pasados en la biblioteca de la universidad cuando tenía a mi alcance una cornucopia de material a mi alcance y la he disfrutado muchísimo.
Además, como la cabra tira al monte, no voy a dejar pasar la oportunidad de recomendaros este juego de escaramuzas en el que manejas a un personaje de dimensiones heroicas y a su tripulación, el cual gana muchos enteros con este suplemento en concreto:
Y para terminar os dejo con los Iron Maiden y su “Alexander the Great”:
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